Marcela Turati
MÉXICO, D.F.- La anunciada desaparición de la Secretaría de Seguridad Pública, que se hará efectiva en cuanto asuma el poder Enrique Peña Nieto, provocó angustia en los policías federales heridos en operativos o faenas de trabajo y que permanecen o han pasado por “El 20”, el Agrupamiento 20, el de los lisiados.
Los “veteranos de guerra” mexicanos en vez de ganar honores temen ser despedidos.
“Tenemos miedo porque sabemos que cuando entre ‘el nuevo’ no quieren entregarle a gente discapacitada; quieren deshacerse de nosotros. Han corrido a compañeros lisiados o los mandan a operativos para hacerlos renunciar”, explica a Proceso un joven treintañero lesionado por la tortura que le aplicaron narcotraficantes que lo levantaron.
“Preocupa qué va a pasar con los lesionados porque no vamos a encontrar trabajo. (No te contratan) si eres mayor de 30, tampoco si vienes lesionado, menos si vienes de gobierno y peor si eres policía. ¿Si no quedo bien qué voy a hacer? ¿Mi esposa, mis hijos, de qué van a vivir?”, comenta otro que quedó condenado de por vida a usar bastón.
Desde marzo pasado –cuando Proceso publicó el primer reportaje sobre la discriminación y maltrato laboral que sufren los policías federales lesionados– la situación ha empeorado: No se cumplieron las promesas del excomisionado Facundo Rosas de apoyarlos para obtener reconocimiento médico por riesgo de trabajo, ni los estímulos y ascensos por enfrentamientos, ni la reubicación a puestos administrativos con horarios flexibles para sus terapias, ni la posibilidad de cobrar el bono de operatividad (que les quitaron al lesionarse y que significaba la mitad de sus ingresos).
Son tratados como inservibles luego de que fueron heridos en enfrentamientos en Michoacán, Coahuila, Tamaulipas, Sinaloa o Chihuahua o en emboscadas mientras patrullaban montañas con narcocultivos o al salir disparados de la pick up en la que patrullaban. Algunos tienen esquirlas y hasta balas en el cuerpo.
Con el cambio de sexenio y el próximo desmantelamiento de la secretaría dirigida por Genaro García Luna enfrentan, además, la incertidumbre laboral.
“Yo serví a mi país, a mi institución; di lo mejor. Por eso sólo pido, como los demás, un cambio de adscripción, que nos saquen de la división de Fuerzas Federales, que es operativa, y nos manden a un área administrativa. Me lo merezco”, explica el más joven quien, pese a su edad, teme que sus lesiones lo inhabiliten de por vida.
“Que mejor digan ‘te toca tanto’ o nos den de por vida un seguro médico. Pero nadie dice nada de nuestro futuro. Todos se echan la bolita”, señala el del bastón.
A los testimonios de los cuatro policías lisiados presentados en la edición 1847 de Proceso y con quienes se habló de nuevo, se suman tres nuevos declarantes que comparten la misma incertidumbre. Todos piden que se reserven sus nombres. Argumentan que si los descubren los pueden “subir” a los operativos antinarco, de donde podrían no volver, o pueden someterlos a las amañadas pruebas de control de confianza con las que eliminan a los problemáticos.
“¿Cómo no vamos a salir mal en esos exámenes si andamos con antidepresivos para relajar ligamentos y articulaciones?”, reflexiona uno de ellos, quien tuvo que suspender su rehabilitación desde que lo incorporaron a labores.
El Agrupamiento 20 del Cuerpo de Reacción y Alerta Inmediata de la División de Fuerzas Federales, ubicado en la base Contel de Iztapalapa, llegó a tener 470 policías a principios de este año. La mayoría tuvo atención médica negligente y enfrentó malos servicios del ISSSTE, discriminación por parte de sus mandos y obstáculos para recibir constancias de incapacidad, terapias y pago de salarios o pensión. Actualmente quedan 70.
“Nos han ido dispersando para quitarnos fuerza, para que perdamos contacto, para poder hostigarnos hasta que renunciemos o nos incorporen a un área operativa”, explica un joven. El colega que lo acompaña, policía de carrera lastimado al caer de una pick up en movimiento, dice que los turnos de 24 horas le hacen sentir “mucha ansiedad en las piernas”.
Los de “El 20” acuden diariamente a las 7 de la mañana al pase de lista, marchan aunque lleven bastón y permanecen de pie hasta mediodía. Antes les daban desayunos fríos, mientras los policías sanos disfrutaban comida caliente. Ahora les retiraron hasta ese servicio.
El director del agrupamiento es el inspector Fausto Eduardo Arenas Castillo, el subdirector es Julio César Romero Zarazúa y la encargada directa, Adriana Blanco. A los dos últimos los señalan como los oficiales que desestiman las lesiones y presionan a los policías para que se incorporen a los operativos.
“A muchos compañeros que están mal de las piernas, de la columna, los cambiaron de actividad, los metieron uno o dos meses a puestos administrativos como habían prometido y luego los mandaron a operativos donde los hacen correr, cargar como 25 kilos de equipo, subir corriendo a las camionetas en turnos de 24 horas”, señala otro lesionado, sobreviviente de una emboscada en Michoacán.
El trato que reciben dista mucho del glamour publicitario con el que la Policía Federal (PF) y García Luna presumen a sus efectivos en los promocionales: armados para la guerra, a bordo de camionetas nuevas, orgullosos de portar el uniforme.
Los anuncios no muestran la placa de ocho metros que está a la entrada de la base de Iztapalapa y donde han grabado los nombres de los muertos en combate este sexenio. Tampoco incluye a los desaparecidos. Menos a los heridos.
“Antes en el pase de lista decían el número de caídos el día anterior. Ahora a casi todos los ocultan, por eso la placa está incompleta. Ya no hacen ceremonias con las familias, ya ni los mencionan; tampoco a los desaparecidos”, dice un federal cuarentón.
Según una nota de El Universal de febrero de este año, 792 federales habían sido heridos este sexenio en operativos contra el crimen organizado.
Fuente: Proceso
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