PROCESO
COATZACOALCOS/XALAPA, Ver. (Proceso).– “¿Qué esperan? ¿Qué se desbaraten los cuerpos para no reconocerlos?”, grita una mujer. A su lado una treintena de trabajadores de Pemex y familiares de desaparecidos durante la explosión del miércoles 20 en el complejo petroquímico Pajaritos la escuchan, impotentes. Tienen la mirada vidriosa.
Frente a las instalaciones, con el rostro cubierto, efectivos del Ejército y la Marina forman una valla humana para impedirles el paso y atestiguan los lamentos y pataleos de los inconformes que llegaron de Coatzacoalcos, Agua Dulce, Las Choapas, Minatitlán y el Uxpanapa.
Un sobrecalentamiento en el área de hornos y la falta de mantenimiento en un complejo cuyas válvulas e infraestructura no lo recibieron de manera adecuada provocaron dos explosiones en una de las tres áreas del complejo, la de Clorados III.
Al cierre de edición se reportaban 27 muertos y más de 160 heridos –una veintena de ellos de gravedad– y 18 desaparecidos, según las autoridades de la paraestatal y del gobierno estatal. La nube tóxica se expandía, mientras los rescatistas sacaban los cadáveres en camionetas de redilas.
Adentro, en el área siniestrada –que desde hace tres años fue cedida a la empresa Petroquímica Mexicana de Vinilo (PMV) y es administrada en comodato por la firma Mexichem, de Juan Pablo del Valle, y por Pemex–, el presidente Enrique Peña Nieto recorrió el lugar del desastre, el peor que se ha registrado en Coatzacoalcos.
Lo acompañaban el director de la paraestatal, José Antonio González Anaya, el gobernador Javier Duarte, el titular de la Defensa, general Salvador Cienfuegos, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong y la procuradora Areli Gómez.
Fragmento del reportaje publicado en la edición 2060, ya en circulación
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