Deuda pública y sus ocultos beneficiarios
Martín Esparza Flores
Revista Siempre
22 noviembre 2014
Bastaron dos décadas para que la deuda pública del país se disparara de 900 millones de dólares, en 1960, a cerca de 82 mil millones de pesos en 1982. Del llamado desarrollo estabilizador de los años sesenta en que el país creció a un ritmo sostenido del 6 por ciento anual, se pasó en la década de los setenta al gobierno populista de Luis Echeverría y más tarde al sexenio de la desatada corrupción y derroches de José López Portillo, cuando se aseguró que los mexicanos debíamos prepararnos para “administrar la abundancia”, por el descubrimiento de ricos yacimientos petroleros, en la época en que los precios del petróleo se dispararon en los mercados mundiales.
Así, mientras en la década de los cincuenta y principios de los sesenta, en los gobiernos de Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo López Mateos, los empréstitos al extranjero se utilizaron para proyectos de desarrollo nacional como infraestructura en carreteras, construcción de presas, impulso a la industria nacional, al agro, así como para el fortalecimiento de paraestatales como Ferrocarriles Nacionales, la CFE, Pemex, y hasta la nacionalización de la industria eléctrica en 1961, a partir del sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, se inició, como en la época alemanista, un acatamiento absoluto a los dictados de organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial que impusieron la canalización de recursos a favor de las importaciones, sobre todo de implementos y productos de firmas norteamericanas.
La administración de López Mateos dejó una deuda cercana a los mil 700 millones de dólares, 200 de los cuales se utilizaron para pagar a las empresas extranjeras, la American and Foreign Power y la Mexican Light and Power, que por décadas manejaron el mercado eléctrico en el centro del país, con lo que su infraestructura pasó a ser propiedad del gobierno mexicano. El crecimiento sostenido del PIB hacía manejable el monto del endeudamiento. Sin embargo, la errada política económica de su sucesor, Gustavo Díaz Ordaz, que abandonó los apoyos y subsidios al campo y a la industria nacional, derivó en que a finales de su gobierno, en 1970, la deuda superara los 7 mil millones de dólares.
En 1974, al cuarto año del gobierno de Luis Echeverría Álvarez, el endeudamiento público llegaba ya a los 14 mil millones de dólares, en medio de una economía pasmada que derivó en agosto de 1976 en una devaluación que derrumbó la paridad que por 22 años se mantuvo de 12.50 pesos por dólar, para llegar a los 22 pesos por dólar.
En el primer año de gobierno de José López Portillo, en 1977, la deuda llegó a los 29 mil millones de dólares, y cuando se pensó que en verdad el país se preparaba a “administrar la abundancia” por los millonarios recursos que provenían del exterior, vía la venta de petróleo, la peor crisis estaba por venir pues en su embriagado triunfalismo el entonces presidente no calculó y menos intuyó la trampa que los organismos financieros internacionales fraguaban en contra de la economía nacional al otorgarle multimillonarios empréstitos obteniendo como garantía los recursos petroleros del país.
La estrategia de hacer caer en su trampa al régimen lopezportillista les funcionó a la perfección pues de pronto, las grandes naciones consumidoras de hidrocarburos dejaron de comprar su petróleo a México colocando su ya petrolizada economía contra las cuerdas, situación que aunada a la imparable fuga de capitales no únicamente hizo naufragar el peso frente al dólar sino que terminó elevando la deuda pública a la impagable cifra de 82 mil millones de dólares, ya en el ocaso del frívolo sexenio caracterizado por los derroches y enriquecimientos ilícitos de los amigos del presidente, como fueron los casos del exjefe de la policía capitalina, Arturo Durazo Moreno, y el entonces director de Pemex, Jorge Díaz Serrano. Llegaría como su sucesor Miguel de la Madrid Hurtado, el tecnócrata que abriría de par en par las puertas al neoliberalismo económico que luego de tres décadas de vigencia ha provocado la ruina total del país.
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