Víctor Florencio Ramírez Cabrera/ martes 13 de octubre de 2015/ 24 horas Puebla
Para muchos, como quien esto escribe, Costa Rica es un ejemplo mundial. El gran logro ha sido basar su economía en el aprovechamiento sustentable de sus recursos naturales.
El turista verá que en ese país no hay “artesanías” chinas, se han organizado cooperativas (reales, no sólo de nombre) dedicadas al turismo, mas de la cuarta parte del territorio está dedicada a la conservación y se vive un respeto escrupuloso al Estado de Derecho, entre otras cosas. Además, el turista en Costa Rica observa, admira, pero sobre todo respeta.
Una apuesta de ese tamaño en México sería importante. Un verdadero ecoturismo. En ese sentido, los mexicanos tenemos una confusión grave: creemos que cualquier actividad en áreas verdes es ecoturismo, independientemente de que sea invasivo, extractivo de forma insostenible, o altamente contaminante. Es necesario corregir.
En el caso particular de Puebla y su sierra noroccidental, los gobiernos estatal y federal tienen una apuesta interesante, pero no menos controvertida: crear un complejo turístico de lujo entre las presas de Tenango y Nexapa, del complejo hidroeléctrico Necaxa. El sitio está protegido por el convenio internacional Ramsar, además de ser el núcleo fáctico, no legal aún, de un Área Natural Protegida, esta última sí, legal.
Antes de emitir la opinión del proyecto, me permito hacer un rápido diagnóstico ambiental: las presas, hasta ahora, reciben aguas residuales sin tratar de los municipios de Zacatlán y Huauchinango. A pesar de que no tienen tierras adecuadas para la agricultura de granos, muchos de los cerros que rodean las presas han perdido sus bosques para sembrar maíz, que apenas alcanza para el autoconsumo, cuando no se lo lleva la primera lluvia fuerte de la temporada. Quienes hemos tenido el gusto de remar y explorar las presas, encontramos pastoreo que ha evitado la regeneración del bosque a las orillas de las presas, basura mezclada con aves migratorias (razón esta última de la categorización Ramsar), pedacería de madera que arrojan quienes talan ilegalmente, pequeñas plantas de tratamiento mal construidas e inoperantes, descargas crudas a las presas, invasión a los vasos para canchas deportivas, flora nociva, entre otras. No es menor decir que lo colindante con el norte de la presa de Tenango está totalmente urbanizado.
La zona tiene el mismo problema que casi todas las Áreas Protegidas de México: Cárdenas las decretó pero las puso en manos de particulares, que no necesariamente obedecen a ese espíritu de conservación en sus actividades.
¿Qué pretende el proyecto? No lo sabemos, pues el proyecto no ha sido comunicado oportunamente. Pero valdría le pena hacer algunas consideraciones de facto:
Primero, ninguna obra debe llevarse a cabo sin haber cumplido con la manifestación impacto ambiental (MIA) requerida, cuando así la ley y autoridad lo determinen. No sólo eso, sino que se deben cumplir las condiciones en que se plantea cada MIA, y las condicionantes que la autoridad imponga a cada proyecto.
Segundo, es tiempo de hacer un debate sano y ver el bosque, no solo el árbol. Al respecto, me pregunto: ¿No sería mejor promover actividades ecoturísticas (de ecoturismo real) y empleos en el ramo, que mantener a la gente viviendo de agricultura de baja productividad, necesitada de subsidios y en la pobreza? ¿No debería capacitarse a la gente como prestadora de servicios y entonces evitar el crecimiento de la frontera agrícola, y así evitar que acaben con los bosques? ¿No es preferible tener grupos de lancheros bien organizados y regulados, que campesinos en laderas peligrosas y las presas llenas de basura? ¿No debemos optar por rescatar y establecer zonas de conservación reales, y no zonas supuestas bajo el arbitrio de la tragedia de los comunes? En ese sentido, un proyecto bien armado significa desarrollo socioeconómico para los pobladores, respetando siempre su identidad.
Disculpe el lector que ponga de nuevo el ejemplo de Costa Rica. El parque Manuel Antonio, en el cantón de Aguirre, es uno de los parques nacionales de mayor riqueza escénica de su país, y ahí se realizó recuperación ambiental de forma sorprendente. El lugar hace coexistir una zona turística de alto impacto con una de conservación que tiene 352 especies de aves, 109 de mamíferos, fauna marina y 346 especies vegetales, en mucho mejor estado de conservación que las zonas que rodean a Tenango y Nexapa. Manuel Antonio es una muestra de que se puede ¿Por qué no hacerlo aquí?
Probablemente haya errores en el planteamiento del gobierno federal, los cuales serán materia de la próxima entrega, pero oponerse por oponerse puede significar, si bien una posición políticamente correcta, también apostarle a perder lo mucho o poco que queda de este sitio privilegiado por la evolución.
No hay comentarios :
Publicar un comentario