Lunes, Septiembre 16, 2013
Se ríen de las versiones oficiales que aseguran que desde el sábado la emergencia quedó controlada en este poblado asentado en el empinado Yelotépetl o cerro de los elotes y retan a los funcionarios a que vengan a cerciorarse que no hay forma de salir o llegar más que derrapando y agarrados “a veinte uñas” para no caer, pues por el acceso de San Agustín Atlihuacán, en Xicotepec, sólo puede entrar la maquinaria pesada con tracción de oruga o los 4X4.
“Ahora sí que estamos jodidos. Hasta los huaraches tenemos que sacarnos para poder caminar y lo que nos preocupa más son los escueleros que todos los días salen a las 5 y media de la mañana. ¿Cómo van a venirse por acá? y luego los maestros quieren que lleguen limpios. Además van a tener que salir más temprano y va a estar oscuro y necesitarán una lámpara”, calculan Hermila González Hernández y Verónica Cristóbal Cruz mientras se acomodan las bolsas y las cajas de galletas que llevan amarradas.
Por eso piden que por lo menos, el gobierno les entregue una dotación de botas de hule a los estudiantes “porque con zapatos normales no se puede caminar. Das un paso y ahí lo dejas porque el lodo está chicloso”.
Armando Hernández, dueño de un camioncito que regularmente transporta mercancía al para surtir a las tiendas del pueblo habitado por indígenas nahuas, las secunda. Señala que intentó subir por San Agustín a Cuaxicala, pero se tuvo que regresar a medio camino y bajar su carga cerca de la vereda por la que caminan las mujeres para que ellas la suban a sus casas en su espalda.
“Me patiné por tanto lodo que hay en el camino que es muy empinado. Como por ahí están metiendo los Carterpillar el terreno se ha reblandecido más. Según nos dicen que tenemos buen camino por allá, pero no para cualquier carro, si no tienes doble tracción o un oruga de plano no sirve. Así que seguimos incomunicados por eso queremos que vengan los del gobierno para que ellos mismos vean cómo estamos, porque igual le dicen que todo está bueno y los están engañando”.
Abajo en la zona del derrumbe suenan los motores de las máquinas con las que el equipo de obreros de Pemex remueve piedras y lodo, repara los ductos de gasolina y petróleo crudo que tronaron el sábado pasado derramando miles de litros de combustible. Suben y bajan con tanques de acetileno. Revisan lo que quedó del derecho de vía de los tubos que “llevaban ahí más de 50 años”.
Los resguarda personal de seguridad de la empresa. Visten de verde, como soldados. Están armados. Cada uno carga un revolver al cinto y un cuerno de chivo en la espalda. Nos dicen que el acceso está restringido, que está prohibido tomar fotografías. Piden nuestras identificaciones, dicen que están vencidas. Nos amenazan con la cárcel. Les preguntamos qué ocultan si hay informaciones oficiales de que todo está controlado. Que las válvulas de los hidrocarburos fueron cerradas. Pero sigue oliendo raro. Nos piden que no regresemos.
A 400 metros puede verse el banco de donde ICA ha extraído material luego que reinició la construcción de la autopista México-Tuxpan. Hace 5 años había dinamitado el cerro y en el 2009, las vibraciones provocaron una ruptura similar en el oleoducto.
La situación para los pobladores de Cuaxicala es grave e incierta, nadie les ha informado si el petróleo y la gasolina llegaron hasta los manantiales. Ni ICA, ni Pemex, ni las autoridades les han dado una explicación sobre el problema. Aunque ya tienen la promesa de que les harán un camino.
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