Alonso Urrutia y Arturo Sánchez Jiménez
Periódico La Jornada
Jueves 23 de octubre de 2014, p. 7
Del Zócalo a Paseo de la Reforma, la masa estudiantil entró en ebullición, con irreverencia e indignación. Confluencia de pasiones de decenas de miles que salieron a las calles –en una de las movilizaciones más nutridas de los años recientes– para hacer tabla rasa de los políticos y sin distingo de cargos, federales o estatales, sentenciaron de manera sumaria:
Fue una ebullición con tintes de rebelión. El destino de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa catalizó el drama de los desaparecidos que arrastra el país desde hace años y que ahora es repudiado a coro por los jóvenes que reclaman: “PRI, PAN, PRD=narcogobierno”, un gobierno al que sin regateos le imputan la responsabilidad principal en la tragedia de Ayotzinapa.¡Asesinos!O acaso ya tienen identificado al culpable, como señaló una pancarta de la Facultad de Filosofía y Letras:
Ayotzinapa, fue el Estado.
Nos arrancaron tanto que hasta el miedo se llevaron, decía una de las miles de pancartas enarboladas en el Día de Acción Global por Ayotzinapa, cuya convocatoria unificó ayer a la comunidad estudiantil que salió a las calles en una marcha multitudinaria. A saber las cifras, pero cuando los padres de los jóvenes desaparecidos comenzaban a hablar frente a las puertas de Palacio Nacional, el último contingente sorteaba la glorieta de Colón y pasadas las 21:30 horas ingresaba a la Plaza de la Constitución.
Muerte, sangre, corrupción
Incontables escuelas hicieron acto de presencia en la movilización e insólitamente entre ellas hubo grupos del Instituto Tecnológico Autónomo de México. Cada conjunto se esforzó por plasmar su identidad escolar, pero hubo denominadores comunes que los unificaron en la protesta: muerte, sangre, corrupción, desaparecidos.
Y algo más: gran parte de los contingentes llevaron a niveles más altos la responsabilidad de los hechos de Ayotzinapa y corearon: ¡Fuera Peña!
En la vanguardia de la movilización, padres y madres de los normalistas desaparecidos. Con la tristeza a cuestas llevaban consigo los retratos de sus hijos, de quienes nada saben desde hace 27 días. Caminaron en silencio la mayor parte del trayecto, pero a ratos algunos desahogaron su impotencia y exigieron, por enésima vez, la renuncia del gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, y que se castigue a los culpables de los homicidios y desapariciones de normalistas, para rematar con una advertencia: si las autoridades estatales y federales no pueden hacer justicia,
que se vayan todos.
Alexander, ¡vivo!; Martín, ¡vivo!; Carlos, ¡vivo!Uno a uno se pasó lista a los estudiantes desaparecidos mientras la manifestación recorría Paseo de la Reforma y avenida Juárez rumbo al Zócalo.
El paso de los familiares de los normalistas y de sus compañeros de estudios fue atestiguado por miles de personas que formaron vallas a los costados de los contingentes a lo largo de Reforma.
Con enormes retratos de los jóvenes desaparecidos, la vanguardia del contingente entró al Zócalo. Se colocó en la parte central del templete, desde el cual los oradores recordaron una y otra vez:
Nos faltan 43 compañeros, a quienes dejaron 43 sillas vacías para patentizar su ausencia. Tres sillas más tenían una veladora, para recordar a los normalistas que fallecieron aquella noche.
El gobierno no nos ha respondido como debería. Le demandamos que nos dé respuesta lo más pronto que pueda. Les vamos a dar dos días más; si no, tomaremos otro tipo de medidas. Que se atengan a las consecuencias, dijo desde el templete uno de los hombres cuyos hijos no aparecen.
Otro de los padres señaló que en Ayotzinapa la gente se está organizando para buscar a los que se llevaron a sus hijos. Y reiteró:
La lucha tuvo varias formas de expresión. En las inmediaciones del Ángel de la Independencia varios jóvenes desafiaron la solemnidad del monumento y embozaron a las petrificadas mujeres que simbolizan la justicia, la paz y la ley. Parecía demasiada ironía para los tiempos que vive el país y optaron por ocultarles el rostro.
Antes de salir, el contingente del Instituto Nacional de Bellas Artes dio muestras de su particular forma de protesta: la danza y la música contra el horror de Ayotzinapa. Vestidos de negro, varios jóvenes improvisaron una danza ¿por la vida o por la muerte? La interpretación fue celebrada por la masa que remató con gritos en demanda de la aparición de los normalistas.
Otro grupo de estudiantes optó por el desnudo. Los cuerpos de las mujeres de la Escuela Nacional de Antropología e Historia cubiertos con pintura que simulaba la sangre de un país violento, y la consigna:
La diversidad de la protesta fue del silencio casi con tono de procesión hasta el legendario estribillo contra el ¿viejo régimen?:
Entre la gran cantidad de grupos estudiantiles se intercalaron organizaciones sociales que añadieron al reclamo popular sus propias demandas: el Sindicato Mexicano de Electricistas, los campesinos de San Salvador Atenco y representantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, entre otros.
La enorme columna de manifestantes (50 mil personas, según el Gobierno del Distrito Federal) hizo imposible la confluencia de todos en el mitin central. Padres, madres y normalistas de Ayoztinapa demandaron desde el templete la salida de Enrique Peña Nieto y de Ángel Aguirre Rivero, cuando gran parte de la multitud apenas ingresaba a la avenida 5 de Mayo.
Mientras algunos oradores desahogaban a las puertas de Palacio Nacional sus sentimientos de rabia, dolor, tristeza e indignación, o todos juntos, el Zócalo se llenaba paulatinamente de centenares de veladoras que rodearon el asta bandera. En amplios espacios de la Plaza de la Constitución la consigna política dio paso al silencio, mientras las luces de la veladoras ardían en memoria de los desaparecidos.
La marcha concluyó pasadas las 22:30 horas. Asistieron casi todas las escuelas de la región, aunque una pancarta fue el epígrafe de la movilización:
Les damos dos días o vamos a tomar otras acciones.
Casi cuatro horas de movilización
Convocada para las 18 horas, la marcha se retrasó ante la interminable confluencia de contingentes que llegaron a las inmediaciones del Ángel de la Independencia, que padeció el embate de la indignación de los jóvenes, mientras la policía capitalina estuvo ausente o, al menos, desplegada de forma discreta.
La intensidad de las consignas dio cuenta de la relatividad del tiempo en esta tragedia. Entre la parsimonia gubernamental para esclarecer los hechos y el apremio, con tintes de emergencia nacional, que para la comunidad estudiantil tiene conocer el destino de los 43 desaparecidos.La lucha tuvo varias formas de expresión. En las inmediaciones del Ángel de la Independencia varios jóvenes desafiaron la solemnidad del monumento y embozaron a las petrificadas mujeres que simbolizan la justicia, la paz y la ley. Parecía demasiada ironía para los tiempos que vive el país y optaron por ocultarles el rostro.
Antes de salir, el contingente del Instituto Nacional de Bellas Artes dio muestras de su particular forma de protesta: la danza y la música contra el horror de Ayotzinapa. Vestidos de negro, varios jóvenes improvisaron una danza ¿por la vida o por la muerte? La interpretación fue celebrada por la masa que remató con gritos en demanda de la aparición de los normalistas.
Otro grupo de estudiantes optó por el desnudo. Los cuerpos de las mujeres de la Escuela Nacional de Antropología e Historia cubiertos con pintura que simulaba la sangre de un país violento, y la consigna:
No más muertes.
Porque la agresión contra los jóvenes debe atraer la atención social, porque nuestros cuerpos desnudos muestran la indefensión en la que estamos los estudiantes, explicó una alumna.
La diversidad de la protesta fue del silencio casi con tono de procesión hasta el legendario estribillo contra el ¿viejo régimen?:
¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!Algunos grupos con rítmica música taladraron las calles con esa añeja consigna.
Entre la gran cantidad de grupos estudiantiles se intercalaron organizaciones sociales que añadieron al reclamo popular sus propias demandas: el Sindicato Mexicano de Electricistas, los campesinos de San Salvador Atenco y representantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, entre otros.
La enorme columna de manifestantes (50 mil personas, según el Gobierno del Distrito Federal) hizo imposible la confluencia de todos en el mitin central. Padres, madres y normalistas de Ayoztinapa demandaron desde el templete la salida de Enrique Peña Nieto y de Ángel Aguirre Rivero, cuando gran parte de la multitud apenas ingresaba a la avenida 5 de Mayo.
Mientras algunos oradores desahogaban a las puertas de Palacio Nacional sus sentimientos de rabia, dolor, tristeza e indignación, o todos juntos, el Zócalo se llenaba paulatinamente de centenares de veladoras que rodearon el asta bandera. En amplios espacios de la Plaza de la Constitución la consigna política dio paso al silencio, mientras las luces de la veladoras ardían en memoria de los desaparecidos.
La marcha concluyó pasadas las 22:30 horas. Asistieron casi todas las escuelas de la región, aunque una pancarta fue el epígrafe de la movilización:
No somos todos, nos faltan 43.
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