domingo, 6 de mayo de 2012

Walmart, ¿manzana podrida?


Silvia Ribeiro* la jornada
El 21 de abril de 2012, el New York Times (NYT) publicó un reportaje mostrando que Walmart pagó 24 millones de dólares en sobornos, para construir tiendas y dominar el mercado en México. Altos ejecutivos de Walmart conocían los casos desde 2005 y lo ocultaron. Por el contrario, fraguaron una investigación contra el denunciante, un ex ejecutivo de Walmart que renunció por sentirse discriminado, aunque había sido uno de los encargados del pago de sobornos.
Eduardo Castro-Wright, ejecutivo identificado por el diario como la fuerza motora de los sobornos, fue ascendido a la vicepresidencia de Walmart México y luego a jefe de todas las tiendas de Estados Unidos, por haber hecho de México “una de las unidades con más ganancias”.

Ante la mala publicidad, los ejecutivos de la empresa afirman que ahora emprenderán investigaciones. Todo indica que la denuncia del NYT representa una mínima parte del negocio de la corrupción de Walmart, otras grandes empresas y funcionarios. El dinero mencionado parece cambio de bolsillo para una trasnacional que facturó 421 mil 849 millones dólares en 2011.

Walmart es la empresa más grande del mundo y lo ha sido por más de una década, superando a petroleras y bancos en la cima del poder económico mundial. Tiene casi el doble de ventas globales que su competidor más cercano, la cadena Carrefour.

En 2009, el negocio de ventas de alimentos y abarrotes superó por primera vez al poderoso mercado global de la energía, pasando a ser el mercado más grande del mundo. (Datos en ¿Quién controlará la economía verde? www.etcgroup.org/es) No es un rubro cualquiera. Es un mercado cautivo de toda la población global que no produce alimentos, porque nadie puede vivir sin comer. La competencia por controlar ese inmenso mercado es feroz y como vemos, no conoce escrúpulos.

Desde su actual posición, Walmart controla y ejerce una influencia brutal sobre grandes sectores de la producción, el consumo y la política. Practica una notoria política antisindical, que comenzó desde que su fundador Sam Walton anunció que la base de su negocio sería pagar salarios bajos y no pagar beneficios laborales. Siendo el empleador privado más grande de Estados Unidos y México, Walmart logró bajar significativamente los salarios medios de toda la industria. Más de 60 por ciento de sus trabajadores en Estados Unidos no tiene cobertura médica y la cifra es mayor en países del Sur.

En pocas décadas ha acumulado un historial impresionante de demandas que van desde no permitir la sindicalización de empleados a muchas otras razones cubriendo casi todo el espectro imaginable de violaciones laborales: despidos injustificados, discriminación de discapacitados y de género, trabajo infantil, falta de cobertura de salud, no pago de tiempo extra, empleo de trabajadores indocumentados, agresión contra vendedores fuera de sus locales y otras. En Estados Unidos ha sido objeto de 40 “acciones de clase” en diversos Estados, principalmente por discriminación de género, implicando a millones de mujeres. En México tiene el primer lugar en demandas laborales en el Distrito Federal (Laura Gómez, La Jornada, 3/5/12). 

Walmart de México (Walmart, Sam’s Club, Bodegas Aurrera, Superama, Suburbia, Vips, El Portón y Ragazzi) controla más de la mitad del mercado de ventas minoristas en el país, superando a todas las otras cadenas juntas. Tiene una agresiva política para eliminar competidores en ciudades y poblaciones más pequeñas, donde se establece muchas veces contra las protestas de la comunidad. Comienza ofreciendo precios más bajos y cuando los comercios locales desaparecen, los aumenta incluso considerablemente por arriba de nivel medio. Según Walmart Watch, organización de afectados por el gigante en Estados Unidos, por cada dos empleos que genera en una comunidad, se pierden tres.

La entrada del gigante a los contratos agrícolas con pequeños productores significó la ruina de muchos campesinos de Centroamérica, que seducidos por la supuesta “oportunidad”, quebraron en poco tiempo debido a las demandas de uniformidad, cantidad, plazos, empaques y el control impuesto de certificadoras internacionales, quedando con grandes deudas por las inversiones que realizaron para poder entrar al juego.

Los precios bajos de Walmart se deben también a la utilización sistemática de maquiladoras en condiciones de extrema explotación. Una trabajadora de una maquila en Bangladesh dijo a los Los Angeles Times en 2003 que su horario normal era de 8 de la mañana a 3 de la madrugada, para sobrevivir con el nivel de pagos que fijaba Walmart. El gerente de esa maquila se quejó de que “aún debían mejorar, porque Walmart conseguía mejores resultados en China”. En efecto, ahora 80 por ciento de los productos de Walmart son producidos en China, en pésimas condiciones laborales, a costa de la calidad y en varios casos demostrados, usando productos tóxicos por ser más baratos. De todas las exportaciones chinas, 12 por ciento van a los anaqueles de Walmart.

Walmart es un caso extremo de impactos contra trabajadores, consumidores, comunidades salud y ambiente, pero no es una excepción, es la norma del sistema industrial globalizado, particularmente en alimentos. Al otro extremo de esa misma cadena, con un historial de abusos semejante, están Monsanto, Syngenta y otras. Por fortuna, la mayoría de los alimentos son producidos fuera de esas cadenas por campesinos, pastores, pescadores artesanales y huertas urbanas. Apoyar esa producción y consumir productos locales y sin químicos es fundamental para minar a estos gigantes que quieren controlar nuestra comida, nuestra salud, nuestros trabajos, nuestras comunidades, nuestra vida.

* Investigadora del Grupo ETC

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