29 junio 2012 | Juan Pablo Proal | Proceso
Los
votantes mexicanos debemos asumir un dogma de fe: la existencia de una
trinidad divina. La conforman el Instituto Federal Electoral (IFE),
organismo infalible integrado por hombres purísimos; Enrique Peña Nieto,
candidato invencible, con gran carisma y un nivel de aceptación similar
a la Coca Cola, y finalmente, las encuestas, fuentes científicas de
información, imparciales y absolutamente confiables. En caso de no creer
en alguna de estas verdades, el ciudadano puede ser excomulgado.
“Hoy
estamos a 10 días de las elecciones y a una semana del fin de las
campañas políticas, y el promedio de encuestas publicadas da una ventaja
de 15.5 puntos al candidato del PRI: Enrique Peña Nieto”, Joaquín
López-Dóriga 20 de junio, periódico Milenio.
¿Cuál
es el papel de un periodista?, ¿defender a ultranza la verdad del
Estado?, ¿lanzar a los opositores a la hoguera?, ¿manipular al público a
cambio de un convenio?
“Dentro
de diez días tendremos elecciones vigiladas, competidas, con reglas que
pueden no gustarnos pero que fueron parejas, con consejeros elegidos
por todos los partidos sin excepción, y con cientos de miles de
ciudadanos que salieron sorteados para tomar la decisión del
electorado”: Pablo Hiriart, 20 de junio, periódico La Razón.
“¿Cómo
pasó Peña Nieto de casi un desconocido al aparente candidato
invencible?, se preguntó el diario inglés The Guardian en un artículo
publicado el 25 de junio pasado. El periódico ofreció una respuesta al
cuestionamiento: los medios de comunicación fueron condescendientes con
los escándalos que rodean al candidato presidencial del PRI.
Las
acusaciones de Maritza Díaz Hernández, anterior pareja de Peña Nieto,
de no reconocer a su hijo pasaron de largo entre los periodistas que
salen en las pantallas del duopolio televisivo. También el episodio del
priista en la Feria Internacional del Libro que lo marcó como amigo de
la ignorancia; las acusaciones contra su equipo de campaña por lavado de
dinero; el endeudamiento de Coahuila encabezado por Humberto Moreira,
expresidente del PRI; la fotografía del exgobernador de Veracruz Fidel
Herrera cabalgando al lado de un empresario acusado de servir a “Los
Zetas”, la documentada y millonaria campaña de Televisa a su favor. Por
mucho menos que eso, las encuestas desahuciaron a Josefina Vázquez Mota.
Nada
de eso fue importante para esos periodistas. Para ellos, lo
trascendente durante su cobertura era atacar con toda la fuerza de su
hígado a Andrés Manuel López Obrador. Debilitar al movimiento #Yosoy132,
minimizar la participación de los ciudadanos en las redes sociales,
desincentivar el voto bajo la fatídica profecía de que era inevitable el
triunfo de Enrique Peña Nieto y endiosar al IFE como fuente de vida
eterna.
“(…)
Tenemos un país de 110 millones de personas, una cuarta parte de ese
país tiene acceso al internet, de esos, un pedacito está interesado en
los medios de comunicación, en las opiniones políticas, en las noticias,
etcétera, de esos, de un país de 110 millones de personas, 5 millones
de personas tienen Twitter, y de esos cinco millones de personas un
chorro de gente lo usa para pasarse fotos”, Carlos Loret de Mola,
miércoles 16 de mayo, programa Tercer Grado, Televisa.
“A
nueve días de que finalice el actual proceso electoral tanto las
encuestas como las apuestas ubican al candidato del PRI a la presidencia
como el probable ganador y con una cómoda ventaja. Hay quienes piensan
que con una gran diferencia de votos entre primero y segundo lugar más
la aceptación de la derrota del tercer candidato en la competencia no
van a existir muchos argumentos para un conflicto postelectoral mayor;
sin embargo, hay otro escenario que no podemos ignorar, ante la
evidencia de una nueva derrota del candidato de la izquierda Andrés
Manuel López Obrador (…) el conflicto postelectoral de 2012 podría ser
aún más radical que en 2006 sobre todo si se le suma un movimiento de
estudiantes decepcionados porque no fueron aceptados en una universidad
pública”: Leo Zuckermann, programa “Es la hora de opinar”, 21 de
junio, Foro Tv.
No
importó que el periódico La Jornada documentara que el Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) prepara el operativo
Ágora para el día de la elección, un vulgar acarreo con costo de 151
millones 227 mil 750 pesos. Tampoco les pareció relevante que la
coalición Movimiento Progresista denunciara a Peña Nieto por rebasar el
tope de campaña mediante el desembolso de 150 millones de pesos en la
contratación de nueve mil espectaculares. Pasó desapercibida la denuncia
de Roberto Gil Zuarth, coordinador de campaña de Josefina Vázquez Mota,
del desvío de 700 millones de pesos por parte del PRI para la compra
del voto mediante tarjetas de crédito del banco Monex. Las bodegas del
gobierno de Veracruz repletas de despensas con el logotipo del PRI, las
boletas electorales duplicadas en Oaxaca y la campaña de Televisa para
aniquilar a López Obrador, como evidenció The Guardian.
Todo
lo que desfavoreciera al candidato del PRI fue marginado como nota de
quinta y en cambio nos recetaron el hipnótico mantra: Peña Nieto ya
ganó, debemos confiar ciegamente en el IFE, que lo confirmará.
“(…)
Lo hago a partir de la información que perfila un triunfo de dos
dígitos de Enrique Peña Nieto. Pero aun si la victoria del priista se
estrechara a seis o siete puntos, la diferencia rondaría los 3 millones
de votos. Sería demencial aludir a un ‘fraude’ con esos números”: Ciro
Gómez Leyva, 21 de junio, periódico Milenio.
Estas
elecciones fueron el limbo del PRI. Pasara lo que pasara, Peña Nieto
estuvo en las nubes de las preferencias, como si fuese el hombre más
querido de México. Se volvió costumbre que el IFE sólo ofreciera
pretextos legales para cruzarse de brazos ante la evidencia de una
elección repleta de porquería. Por más alto que los jóvenes del
#Yosoy132 gritaron, los periodistas del sistema sólo respondieron con
necia sordera.
Por
eso, en caso de que el próximo domingo el presidente del IFE, Leonardo
Valdez, confirme la fatídica profecía del triunfo de Peña Nieto, sobre
estos voceros recaerá una responsabilidad directa por haber omitido su
papel de investigar antes que asumir la verdad del Estado, por ser tan
condescendientes con el candidato del PRI y por desmotivar al
electorado. Tal vez ni a ellos ni a su reputación les importe,
difícilmente alguno de estos rostros aparecerá en la nota roja como el
nuevo reportero asesinado. El riesgo del regreso de un nuevo sexenio del
PRI es para los líderes opositores, para los dirigentes sociales que
arriesgan su pellejo para salvar la vida de un migrante y para los
periodistas que asumen su rol de ser agentes de la verdad, no del
convenio.
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