Un grupo de discapacitados afectados por recortes presupuestales le grita: “fuera, fuera”
Armando G. Tejeda
Corresponsal
Periódico La Jornada
Madrid, 25 de noviembre.- “Los pobres también somos personas. No hay derecho que nos estemos muriendo de hambre y ustedes, los que mandan, estén comiendo de todo”, gritó a la princesa Letizia una madre de tres hijos que enfrenta la amenaza del desalojo. La futura reina de España escuchó nerviosa el reclamo, moviéndose de un lado a otro con la intención de salir cuanto antes de ese diálogo fortuito, que terminó cuando dio la vuelta y con el rostro desencajado ingresó al edificio donde se iba a celebrar un acto en la ciudad de Valencia. Antes de perderse entre los pasillos, un grupo de ciudadanos le gritó: “fuera, fuera, fuera...”
Desde que comenzó la crisis se han ejecutado en el país un promedio de 500 mil desahucios. Es decir, cada 15 minutos una familia es expulsada de su vivienda por el impago de la hipoteca o del alquiler. Los bancos son implacables, incluidas las entidades financieras que recibieron ingentes cantidades de recursos públicos para su rescate: los clientes que no pagan sus créditos entran de inmediato en fase judicial y, al mismo tiempo, los penalizan con montos que incrementan la deuda. Una situación especialmente dramática en un país con casi seis millones de desempleados.
Uno de estos casos es la familia de Pilar Albert, valenciana de unos 50 años que acudió a las puertas de la Casa de la Caridad de su ciudad para tratar de enviar un mensaje de desesperación a varias autoridades ahí reunidas. Ni la alcaldesa Rita Barberá, ni el presidente de la Comunidad Autónoma, Albert Fabra, o los diputados asistentes al acto se acercaron a la valla que los separaba del ciudadano común.
Al llegar a la puerta de la Casa de Caridad, la princesa Letizia bajó del coche y dio unos pasos para saludar a quienes creía que eran simpatizantes. Entre ellos estaba Pilar Albert, quien se acercó a la princesa y sin titubear le narró su particular infierno, que coincide con el de millones de ciudadanos de este país: “Aquí los bancos no te dan crédito. Aquí hay niños que se están muriendo de hambre porque sus padres no pueden trabajar y a los pobres nos hunden los gastos, y a los autónomos más; estamos hasta el cuello. Yo tengo una familia numerosa, estoy con depresión y mi marido trabaja, pero no llegamos ni a mitad de mes porque los bancos cobran por todo. Si te retrasas cobran 45 euros, antes cobraban 30. A mí están a punto de quitarme mi casa y dígame qué hago yo con tres hijos si no llego ni a mitad de mes”.
Mientras la mujer hablaba la princesa Letizia miraba de un lado a otro, se movía nerviosa e intentaba cortar la conversión con frases como “hay que tener paciencia” o “tienes que ser valiente”. Pero a pesar de sus intentos por cortar la conversación, la mujer le describió con crudeza su vida cotidiana, que contrasta con la de los dirigentes políticos, los grandes empresarios y, obviamente, los miembros de la casa real: “Yo pido por favor a los señores que mandan que den trabajo a los jóvenes. ¿Qué mañana tendrán nuestros jóvenes? ¿Y qué va a pasar con las personas que se han matado toda la vida para comprar una casa y se las han quitado porque no han pagado diez letras? No hay derecho. Les pido por favor que ayuden a los pobres, también somos personas, no hay derecho que nos estemos muriendo de hambre y ustedes, los que mandan, estén comiendo de todo”.
Antes de dar por terminada la conversación, la princesa Letizia le dio las “gracias”, y le dijo: “tenga paciencia y cuidese mucho”.
Al dar la vuelta tenía el rostro desencajado y aceleró el paso para llegar hasta la puerta de acceso al acto público, donde se encontraría de nuevo con el cordón de seguridad que le permite mantenerse alejada de los ciudadanos comunes y corrientes.
Afuera de la Casa de la Caridad se encontraba un grupo del colectivo de minusválidos afectados por recortes presupuestales que les han reitirado subsidios desde la llegada al poder del Partido Popular (PP) y de Mariano Rajoy, hace dos años. Antes de entrar al acto, la princesa Letizia escuchó abucheos, gritos de “fuera” y vio pancartas que exigían una nueva república y advertían: “tenemos una monarquía y una clase política por encima de nuestras posibilidades”.
En otro mal rato, el príncipe Felipe, hijo de los reyes de España, tuvo que cancelar un viaje a Brasil debido a la avería en uno de los alerones de su avión, un Airbus A-310 de la fuerza aérea española, y que luego de siete horas los mecánicos no pudieron reparar.
“Nunca me había pasado, y tengo unos añitos”, dijo el hijo del rey Juan Carlos y la reina Sofía, en la base madrileña de Torrejón, cuando se decidió la suspensión del vuelo de 11 horas.
Los mecánicos intentaron cambiar la pieza defectuosa, pero fracasaron, y según fuentes de la casa real se requería “una calibración exacta” en la que es necesario un tiempo de ajuste del que no se disponía. La otra nave a disposición se la familia real se encontraba en revisión.
Felipe tenía planeada una visita a Sao Paulo para inagurar un foro empresarial y atraer inversiones a España. Medio centenar de empresarios españoles lo iban a acompañar, informaron medios de prensa.
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