Que no venga ahora con esos retos, porque después del primero de diciembre, hasta en su partido lo van a vomitar.
Revista EMET
A veinte días de que concluya uno de los sexenios más violentos de las últimas décadas, a Felipe Calderón le ha dado por hacerse el gracioso y ponerse muy retador: Algunos pensaban que no tomaría posesión, otros decían que no terminaba.
Todos sabemos cómo pudo tomar posesión, con la ayuda de los priístas, algunos de los cuales hasta de guaruras le sirvieron, son los casos de los actuales diputados, Francisco Arroyo y Manuel Añorve Baños, que tiraron codazos en serio contra los perredistas posesionados de la tribuna aquel primero de diciembre del 2006.
Sabemos que una gran parte de la población no daba un cacahuate por el michoacano, su ineficiencia hacía pensar que no terminaría su gestión, no eran especulaciones, simplemente nunca supo en donde estaba parado. Como tampoco lo supo su antecesor, Vicente Fox.
Que no venga ahora con esos retos, porque después del primero de diciembre, hasta en su partido lo van a vomitar, su caso es como el de Ernesto Zedillo, en el PRI, se tuvo que ir del país, porque los priístas no quisieron saber nada de él, los traicionó, como calderas traicionó a los azules.
Por más retador que ande, otra cosa será dentro de veinte días, cuando deje la banda presidencial en manos de Enrique Peña Nieto y, ya no sea el comandante supremo de las fuerzas armadas. Calderón deja un país más violento que como lo tomó y con graves problemas económicos.
Deja un país sumido en el desempleo a pesar de que una de sus principales promesas de campaña fue la de ser el presidente del empleo, ahora maquilla cifras y dice que creó millones de empleos, cuando la realidad lo desmiente, tan sólo en los últimos tres meses 700 mil mexicanos pasaron al ejercito de subempleados, ni como creerle.
Héctor Moctezuma - Opinión EMET
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