10 DE AGOSTO DE 2013
proceso
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- Detrás de la reforma energética que esta semana presentará Enrique Peña Nieto no hay sino una clara intención de “homologar leyes” en la materia, desde la Patagonia hasta nuestro país, en donde el gran beneficiado será por supuesto Estados Unidos.
Cierto que se pretende compartir la renta petrolera, permitir la extensión de concesiones y contratos en materia energética, pero la verdad es que Estados Unidos no tiene como objetivo principal sino la electricidad, su generación, cogeneración, distribución, importación y exportación.
Pero quiere no sólo la de México, rica en producción por el tipo de clima y la gran cantidad de agua que existe en el país. A los Estados Unidos, como la nación más poderosa del mundo también le interesa la energía de todo el hemisferio; su seguridad energética está en juego y de ahí su respaldo a presidentes como Enrique Peña Nieto, que están dispuestos a entregar todo a cambio de su legalización y reconocimiento como verdadero hombre de Estado.
El pasado 11 de abril, quien fuera embajador de Norteamérica ante México, Carlos Pascual, delineó toda una estrategia que su país tiene para apropiarse de la energía de Las Américas bajo el esquema de ayuda.
Así es, Pascual dijo a los congresistas que Estados Unidos se ha convertido en el gran exportador de gas natural licuado, “lo que abre una serie de oportunidades comerciales y tecnológicas para las empresas estadunidenses”. Pascual explicó que Centroamérica tiene una producción de energía “sucia”, por lo que hay que ayudarla; Colombia y Brasil, quienes cuentan con excelente producción de energía vía hidroeléctricas, están enfrentando serios problemas debido al clima, sobre todo los nocivos efectos del fenómeno de El Niño, por lo que también hay que ayudarlos.
Argentina, quien tiene una gran relación comercial con Repsol, empresa española especializada en hidrocarburos, puede aprovechar también la generación de energía; su acción, dice Pascual, ayudará a mantener la “seguridad energética” tanto de Estados Unidos como de América total.
Luego se refiere a Venezuela, de cómo ésta ha ayudado a los países del Caribe pero que también enfrenta problemas sociales al interior, por lo cual debe asumir otra política energética, “pero corresponde a ellos mismos abordarla”, indica.
En el apartado de México, Carlos Pascual da la clave. Destaca que Peña Nieto tiene como “prioridad” la reforma energética, “y si tiene éxito México podría atraer inversiones internacionales para desarrollar sus recursos de hidrocarburos. Esto reforzaría tanto la seguridad energética de Estados Unidos, como la situación fiscal de México”.
¿Cuál es la clave?: Que Estados Unidos, con su experiencia y tecnología amplíe su participación en México creando plantas de energía, y pone como ejemplo las que empresas como Sempra Energy ya tienen en Baja California, que genera energía conectándola con la red de Estados Unidos para abastecer en gran parte al estado de California. Lo mismo sucede con otras plantas ubicadas en Ciudad Juárez en donde el traslado de energía se hace mediante la interconexión con la línea del país vecino.
Sempra Energy cuenta además con otra planta ubicada en Mérida; la energía que ahí produce Estados Unidos es vendida a Belice. Y así como Norteamérica “ayuda” a Belice a contar con energía limpia, así lo pretende hacer con el resto de Centroamérica y por lo que se refiere al cono sur, interconectarlo y aprovechar así el gran potencial que tienen Colombia, Argentina, Brasil y Venezuela.
Sólo que para lograr todo ello requiere un ingrediente importante: el cambio de leyes. De ahí que los Estados Unidos pretendan homogenizar las legislaciones y con ello se logre el libre tránsito de sus empresas por toda América.
Con lo anterior, Norteamérica no sólo garantiza su seguridad energética sino que además saca ventaja comercial y laboral.
Las reservas petroleras en México están decreciendo, por ello lo que interesa a los Estados Unidos en materia de petróleo es invadir al país con su maquinaria para la explotación y exploración en aguas profundas y someras, no tanto el vital hidrocarburo aunque, si de ello también obtiene ventaja, pues ya será un extra.
La reforma energética no tiene como objetivo mejorar la vida de los mexicanos sino mejorar la seguridad energética de los Estados Unidos, según podríamos desprender de la intervención de Carlos Pascual, alguien quien coincidentemente está emparentado con el director de la Comisión Federal de Electricidad, Francisco Rojas. Tampoco hay que olvidar que cuando Rojas llegó a Pemex, en 1988, empezó su desmantelamiento; hoy se encuentra en CFE, todo parece indicar, para lo mismo.
Por todo lo anterior podemos concluir que la cereza del pastel de esta reforma energética y gran botín es la electricidad, algo que por cierto la gente de Andrés Manuel López Obrador no estará de acuerdo pues ellos siguen centrados en que el objetivo es el petróleo.
Ahora hay que esperar al próximo miércoles para ver cuáles párrafos de los artículos constitucionales 25, 27 y 28 mutilará Peña Nieto y su equipo de asesores, quienes por cierto en algún momento, además de haber sido funcionarios del salinato, ocuparon posiciones importantes en empresas energéticas extranjeras.
Comentarios mjcervantes@proceso.com.mx
Twt @jesusaproceso
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