Bernardo Bátiz V.
La ciudad, como el país, está tensa, el ambiente enrarecido, por todos lados hay preocupación por lo que los políticos están urdiendo, por la legislación antipopular y es frente al Senado de la República y dentro de este inmueble de historia truculenta, donde se centra este denso momento de nuestra historia actual.
Afuera está el cerco de ciudadanos en protesta por medio de discursos, cartulinas y consignas que muestran indignación; los del cerco, militantes de Morena, maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), electricistas y jóvenes estudiantes se oponen a que los senadores, que están a unos pasos dentro del recinto, consuman el atropello de quitarles, a la electricidad y al petróleo, el carácter de áreas estratégicas de la economía y con ello entregar estos recursos a las ambi- ciones del libre mercado, en donde los empresarios que ya se frotan las manos, buscarán no el interés de los mexicanos, sino sus propias ganancias sin miramiento alguno.
Afuera el cerco, adentro el circo. Saben los coordinadores de las bancadas que de antemano están tomadas las decisiones, preparan solo su formalización; los del cerco con- servan la esperanza de que algunos de sus representantes recuerden sus promesas de campaña, sus compromisos con los votantes y que despierte, donde esté, en el rincón más escondido de su conciencia, su sentido patriótico.
Hemos sido testigos de cómo el sistema ha dado marcha atrás en todo, vamos en un desbarrancadero de errores, entreguismos y abandonos; la soberanía cada vez está más comprometida, se ha renunciado a los mecanismos del Estado para el control de la economía y los desfiguros en política exterior, en educación y en otras áreas del gobierno son ya proverbiales y van en aumento.
En el Distrito Federal, por ser la capital de país, esto se recrudece, da pena ver a los senadores con su miedo a la opinión pública, se encierran detrás de cercos metálicos y de filas de granaderos y cumplen con la formalización de las decisiones tomadas fuera de su recinto, asustados y nerviosos; ojala que algunos respondan a las exigencias populares expresadas en las calles y a las opiniones bien fundadas de técnicos, economistas y juristas que les hacen ver, hasta ahora inútilmente, los errores y las negras consecuencias de la reforma en sus manos.
Un político de antaño, el ingeniero Florencio Palomo Valencia, quien fue gobernador de Yucatán en tiempos de don Lázaro Cárdenas, dijo “Cuando nos jugábamos la vida nos atrevíamos contra las arbitrariedades, ahora que sólo se juegan las chamba no se atreven ni a levantar la vista”.
Estas palabras de un político de antaño, coinciden con lo afirmado por el doctor Miguel Ángel Mancera en su informe en el Auditorio:
No vengo a ver por mi futuro, vengo por el futuro de ustedes y de nuestros hijos. Confirma con este compromiso que la ciudad de México y su gobierno siguen aún manteniendo una actitud diferente a las de otros políticos.
Bien lo anterior, lo que sigue es unificar el discurso con la acción y sortear las presiones y las trampas que de todos lados le pondrán al jefe de Gobierno de nuestra ciudad; sí mantiene esta actitud y la refrenda con hechos congruentes con el objetivo que también mencionó, de combinar la libertad con la justicia social, contará con el apoyo del pueblo que lo eligió.
Una observación final: entre las fachas que hemos visto en estos días en la ciudad, se encuentra el boquete que anteayer se logró abrir en las vallas que rodean al Senado. A mí, mal pensado, me pareció que fue demasiado fácil,
terso, mientras los
rijososcargaban contra las estructuras metálicas, que sin mayor dificultad cedieron a empujones y patadas, los policías en el interior leían el periódico o jugaban con sus celulares; parecía que se actuaba para la televisión, la cual no pasa los discursos de los que protestan afuera, pero sí exhibe las escenas de violencia inútil de los que sorpresivamente rompieron la consigna de que la manifestación es pacífica.
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