18 de enero de 2014
Martín Esparza
Las reformas estructurales aprobadas en el Congreso, de espaldas a la nación, han exhibido el rostro de un Estado totalitario que amenaza con reducir al concepto de “minorías” la acallada voz de millones de mexicanos a los que burdamente se ignoró en la aprobación al vapor de las reformas constitucionales que redundarán en beneficio de las grandes corporaciones extranjeras y de los empresarios nacionales, pero no de las avasalladas mayorías. Ahora que en este año se pretenderá efectuar, más que una discusión, otro mero trámite legislativo para establecer las leyes secundarias que habrán de sustentar al pretendido saqueo establecido como objetivo central de la Reforma Energética, podría consumarse el desmantelamiento total del Estado benefactor y nacionalista alcanzado tras el triunfo de la Revolución Mexicana y acrisolado en el gobierno de Lázaro Cárdenas.
De la figura del Estado democrático con poderes autónomos plasmado en la Constitución de 1917 no quedará ni el recuerdo si los millones de mexicanos que están convencidos del atropello a nuestra soberanía no se movilizan en la defensa de los bienes de la nación que de ninguna manera pueden ser entregados a unos cuantos.
La supervivencia elemental del Estado de derecho está en riesgo si se permite, como hasta ahora, que los tres poderes de la Unión, se pongan al servicio no del pueblo sino de las multinacionales y de sus aliados, los insaciables empresarios nacionales que en repetidas ocasiones han dado muestras de su falta de apego a la salvaguarda de los legítimos intereses del país y de sus leyes.
El bloque de legisladores entreguistas insisten en hacer creer a la ciudadanía que actuaron por el bien de la nación al ignorar el punto de vista de millones de habitantes “minorías”, según su escasa óptica—, que desde hace años son afectados de manera directa por acciones antinacionalistas tales como la extinción injustificada de Luz y Fuerza del Centro, antecedente directo del ahora pretendido desmantelamiento de la industria eléctrica nacional.
Los reeditados símiles de Santa Anna saben perfectamente que en los hechos las mayorías rechazan la entrega de nuestros recursos energéticos a las trasnacionales y no creen en el ofrecimiento demagógico de que con las reformas tiránicas obtendrán un mejor nivel de vida y menos aún reducciones en sus recibos de gas o luz.
En los albores de este 2014, los mexicanos debemos analizar a fondo las impuestas reformas estructurales y preguntarnos si aceptaremos que en México se instaure este tipo de gobierno, que por donde se le quiera ver muestra un perfil autoritario y antinacionalista. Contrario a los intereses del pueblo al que despectivamente califica de “minorías”.
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