Al llegar a su término, el gobierno de Felipe Calderón se asemeja a esas naves que hacen agua por todos los flancos antes de irse a pique. El sexenio del horror finaliza reprobado en materia de seguridad, cerrando su tétrico ciclo con ejecuciones diarias por todo el país como resultado de su fallida guerra contra el narcotráfico, donde organismos como la Policía Federal, el Ejército y la Marina fueron coptados por los capos de la droga, terminando por asesinar a mexicanos inocentes.
Como resultado de los desatinos presidenciales, el país está peor que hace doce años en que se dio la llamada alternancia; ahora ya no es ningún secreto que la fuga del Chapo Guzmán del penal de Puente Grande fue planeada por el gobierno panista de Vicente Fox y más tarde solapada, con protección sexenal incluida, por la administración calderonista. Los políticos de Acción Nacional hallaron en el negocio de la droga la forma de obtener dinero fácil a costa de envenenar a la población y ocasionar un derramamiento de sangre por la disputa de los cárteles, por el control de las rutas y los territorios del país.
En materia laboral, la situación es de quiebra absoluta al terminar pulverizados los salarios y quedar en franca burla la promesa que hiciera Calderón de convertirse en el presidente del empleo, y generar, dijo, un millón de puestos de trabajo bien remunerados, al año. De acuerdo con el INEGI apenas y se crearon en el sexenio 2 millones de empleos, de los cuales sólo tres de cada diez son formales y siete informales, pero en contrasentido se perdieron miles más a causa de la política fascista y represiva que aplicó el gobierno panista en contra de la clase trabajadora.
Con la decisión ilegal y arbitraria del cierre de Luz y Fuerza en 2009, 44 mil trabajadores electricistas del SME se quedaron sin empleo de la noche a la mañana; pero la lista de mexicanos afectados es mayor si se suman al creciente fenómeno de la cesantía los 7 mil empleos directos que se perdieron con el cierre de Mexicana de Aviación, la cual en todo el país generaba de manera indirecta más de 200 mil empleos; hay que agregar también los más de 70 mil burócratas despedidos en los dos sexenios panistas en las distintas dependencias bajo el engaño del llamado retiro voluntario.
Además, como un efecto de los llamados “daños colaterales” de la absurda y artificiosa guerra de Calderón contra el crimen organizado, cientos de pequeñas y medianas empresas, así como prestadoras de servicios y comercios, han cerrado sus puertas en los estados fronterizos del norte del país, dejando sin trabajo a un número incuantificable de personas.
Pero ni siquiera en materia de transparencia Calderón y su gobierno aprobaron de panzazo, teniendo como uno de sus monumentales ejemplos de corrupción la Estela de Luz, y la larga lista de cuentas públicas no aprobadas por el Congreso en años anteriores como su máxima expresión de opacidad. Y ya ni qué decir, en consecuencia, de los 5 billones de pesos de deuda pública que nos heredará su sexenio, multimillonarios recursos que nunca se aplicaron para mejorar la educación pública, la salud o disminuir la pobreza y la marginación mediante la generación de empleos.
Por las mil y un calamidades prohijadas en su gobierno, no debe cabernos la menor duda, a mí, a usted y a todos los mexicanos, que Calderón es un aspirante legítimo a un juicio político para ser demandado civil y administrativamente.
A ver si con una petición firmada por millones de ciudadanos agraviados y molestos los jueces deciden por fin restablecer la legalidad y el Estado de derecho, pues de lo contrario estarán avalando que México sea el país del “no pasa nada”, al aceptar que cada sexenio el presidente saliente se vaya con las bolsas llenas de dinero mal habido a costa de la pobreza de millones de habitantes.
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