Martes 23 Octubre 2012
Aunque haya sido un lapsus del ex secretario general del sindicato magisterial, al clausurar los trabajos del sexto congreso nacional de dicha organización gremial, con las palabras “hoy 20 de octubre de 1900”, fecha que corrigió inmediatamente, lo cierto es que la vida política del país transcurre como si en realidad los mexicanos estuviéramos inmersos en la etapa porfiriana. En tres décadas retrocedimos cien años y se perdieron los avances conseguidos con tantos sacrificios del pueblo, a partir del triunfo del Constitucionalismo en 1917, hasta inicios de la década de los ochenta.
El regreso del grupo salinista a Los Pinos es la confirmación de lo anterior, lógico corolario de la bancarrota a la que el PAN llevó a México en sólo dos sexenios. El golpe de Estado que dieron los tecnócratas con Miguel de la Madrid a la cabeza, mantiene sus premisas antidemocráticas y de clara traición a la patria, gracias a la firme estructura que consolidaron con carretadas de dinero y tácticas terroristas, de las que se beneficiaron las mafias del crimen organizado y permitieron se apuntalara la fuerza represiva del Estado.
Bajo este punto de vista, el papel de Felipe Calderón fue muy útil a los fines de la oligarquía, cumplió su parte de manera eficaz, aunque polémica por el excesivo número de muertos que ocasionó el uso de las fuerzas armadas, aspecto que rebasó las expectativas de los consejeros del aún inquilino de Los Pinos. No es de extrañar que la transferencia del poder entre el PAN y el PRI se dé tersamente, mejor incluso que si la contienda prelectoral hubiera sido entre dos grupos del mismo partido tricolor. Tanto Calderón como Peña Nieto obedecen a los mismos intereses, ambos tienen un tácito compromiso de salvaguardarlos, incluso a costa de la paz social si fuera necesario, al fin que ya entrados en gastos de sangre, no tendría importancia que la violencia continuara como hasta ahora.
Las diferencias en las relaciones sociales y políticas entre la época porfiriana y la actualidad son sólo de forma. Así lo demuestra la existencia de camarillas, grupos de interés, oligarquías atentas únicamente a salvaguardar sus privilegios en una y otra época. No se podía pedir mayor descaro y cinismo que los demostrados por Elba Esther Gordillo y Carlos Romero Deschamps, al manipular a sus agremiados para continuar al frente de sus organizaciones un sexenio más, ¡cuando supuestamente se busca la aprobación de una reforma a la Ley Federal del Trabajo que modernice las relaciones entre los factores de la producción!
Pero también igual desfachatez por parte del gobierno saliente y el entrante, hermanados por el interés en favorecer a la oligarquía al precio que sea, para lo cual apoyan una reforma laboral que dejará intocados los vicios del viejo corporativismo y lesionará en forma por demás grave los intereses legítimos de los trabajadores, con enormes daños a la economía al reducirse aún más los salarios reales y precarizarse la vida laboral. De aprobarse dicha contrarreforma, se legalizará no sólo la explotación más inmisericorde de los trabajadores, sino se fortalecerán los añejos vicios del corporativismo que se creían extirpados del país, como la presencia de caciques sindicales con firme apoyo del grupo en el poder y la total indefensión de las bases sindicales.
Muy pronto, quienes vendieron por migajas su voto por Peña Nieto se darán cuenta de su gravísimo error, aunque desgraciadamente muchos ni siquiera se percatarán de la responsabilidad que les toca por la debacle que se vislumbra, sumidos como están en la marginación y en la vida incivil por su analfabetismo funcional, que en lo sucesivo será más fuerte por ser una política de Estado, debido a la firme alianza entre el sindicato magisterial de la cacique Gordillo y el desgobierno de Peña Nieto, que iniciará sus funciones en franca cuesta arriba, pues aquella se dio el lujo de indicarle al sucesor de Calderón cómo debe ser su relación con el gremio magisterial.
De igual modo, en el sindicato de los trabajadores petroleros se afianzaron los intereses más reaccionarios y antidemocráticos con la relección de Romero Deschamps, quien seguirá enriqueciéndose absurdamente a costa de traicionar no sólo a sus agremiados, sino al país al prestarse de manera vil a secundar las políticas entreguistas del grupo salinista en el poder. En contrapartida, el pueblo mexicano seguirá empobreciéndose más aceleradamente, como se pronostica porque durante 14 años más continuará la importación de gasolinas cada vez más caras, según información de la Secretaría de Energía.
Seguiremos siendo un país maquilador sin perspectivas de dar el salto hacia la independencia económica, cada vez más atado a las inversiones extranjeras que no contribuyen al progreso del país ni al bienestar de la población, sino todo lo contrario. Ni el viejo dictador Porfirio Díaz llegó a tales extremos de odio al pueblo.
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