Julio Hernández López
Astillero la jornada
Extrañas emociones con pretenciosidad de suspenso se vivieron ayer en el Senado. Todos sabían del empate por venir, pero los vaivenes de las aguas turbias de la política partidista hacían esperar alguna variación que finalmente no llegó. Seis contra seis en una cancha de ensayo que habrá de trasladar la búsqueda de victoria de una de las partes al pleno senatorial, donde los cálculos aritméticos auguran similares aprietos parejeros.
Ya en esa plenaria, uno o unos cuantos votos puedan romper el embrujo. Ayer mismo, en las comisiones senatoriales, la ausencia de un senador panista generó inmediatas especulaciones que temían una maniobra típica de ausentismo concertado para dar paso al triunfo priísta, previos arreglos en lo oscurito. Pero, con retraso, el panista llegó y las teorías del complot amainaron, aunque en la sesión de hoy todo mundo estará atento a las faltas, a las salidas (así sea a los sanitarios), a las tretas concertadas.
Toca al Partido del Trabajo determinar hoy buena parte de lo que suceda. En una votación reñida, los sufragios de las agrupaciones pequeñas suelen cobrar una importancia central por cuanto pueden inclinar el forcejeo hacia alguno de los bloques mayores. En el partido que tiene a Alberto Anaya como principal dirigente hay dos posturas: una va con el conjunto de la oposición al PRI (el PRD, el PAN y el voto solitario de Layda Sansores a nombre del Movimiento Ciudadano) y otra pretende votar a favor de que no se toquen los cotos sindicales. Antes de que se inicie hoy la sesión plenaria (a la hora de redactar esta columna no se sabía si el tema de la reforma sería incluido en la agenda del día), Andrés Manuel López Obrador se reunirá con miembros de esa ala izquierdista para fijar postura respecto a un tema que posiblemente minutos después será abordado en su fase definitoria.
Tanto jaleo y jaloneo puede dar la impresión de que hay una batalla de enormes dimensiones y de imprevisibles resultados en una de las cámaras del poder legislativo que así se vería como cumplidora de sus altísimas funciones representativas. Pero mucho de lo que sucede corresponde a efectos escenográficos y a desenlaces previstos. Los caciques sindicales son y serán intocables porque mantienen una alianza de fondo con el peñanietismo, que ha ordenado a sus diputados y senadores que respeten el fuero charro. Y el calderonismo sostiene con la cúpula priísta una alianza de impunidades que se traslada para votaciones a la franja senatorial perteneciente a quien todavía despacha desde Los Pinos.
La reyerta por el tema sindical ha quitado reflectores, en todo caso, al tema más trascendente: las reformas laborales de walmartización nacional. Éstas han sido aprobadas en lo general y la pelea en contra de aspectos específicos de esas nuevas normas las dará la izquierda sin acompañamiento del PAN, que desde luego apoya los términos de lo que comenzó en el escritorio de Javier Lozano cuando era secretario del trabajo y luego recibió el impulso pleno de Felipe Calderón y la élite empresarial. Al PAN lo que le ha interesado, al hacer alianza provisional con el PRD en el Senado contra el proteccionismo a lo sindical, es aparentar para fines electorales que está contra los malvados caciques a los que, en realidad, protegió y benefició durante 12 años en que tuvo la Presidencia de la República. Así que el articulado nefasto para los trabajadores está ya aprobado, previos alegatos testimoniales de la izquierda, y el tema de los caciques sindicales servirá de gran foco de atracción que finalmente acabará también en los términos previstos, es decir, sin cambio alguno. El gran circo legislativo en pleno.
En un panteón del estado de Hidalgo, mientras tanto, se realizaba ayer un ceremonial forense que evocaba los tiempos aquellos, tan distantes y ahora tan cercanos, de La Paca y sus clarividencias buscadoras de cadáveres en el caso de Raúl Salinas de Gortari. Luego de una cadena de pifias respecto a las formas de identificación de un cuerpo que en ausencia acabó siendo clasificado bajo el nombre de Heriberto Lazcano Lazcano, las autoridades federales presuntamente procuradoras de justicia tuvieron a bien realizar nuevas diligencias comprobatorias de que el cadáver en fuga perteneció al buscadísimo jefe máximo de Los Zetas,
abatidofortuitamente en tierras coahuilenses muy agitadas en ese momento por el asesinato del hijo de un ex gobernador reciente.
Alguno de los funcionarios participantes en esta nueva temporada del paquismo dijo que no había absolutamente ninguna duda de que el cuerpo prófugo era el del famoso Lazca, pero que las probanzas oficiales serían llevadas hasta los
extremos legales. Por ello fueron a un cementerio de Pachuca a exhumar los restos de uno de los padres y comprobar mediante estudios científicos que las muestras del Zeta mayor corresponden a las de sus familiares. Sumidas en el descrédito, comprobadamente dadas al montaje y la ficción, esas autoridades deberán luego hacer pruebas sobre las pruebas, y así hasta el fin del sexenio macabro.
Y, mientras Michoacán se calienta cada vez más, ¡hasta mañana, ya con remodelaciones en Los Pinos al gusto de los siguientes huéspedes!
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