La esclavitud actual se encuentra tan extendida, que ya ni la percibimos. Bajo el discurso de la competitividad y la calidad, los modernos amos nos obligan a trabajar jornadas extenuantes, haciéndolo parecer normal y hasta deseable para escalar social y económicamente.
Somos esclavos sin saberlo y por ello, ni intentamos liberarnos. Empresarios y gobernantes refuerzan más la esclavitud, desapareciendo los derechos laborales que costaron décadas de lucha y millones de muertos; todo, legalizado bajo el pomposo nombre de
reformasy con mucha ayuda de los medios. Increíblemente, se convence a los esclavos para apoyar a los gobiernos empresariales para despojar de sus derechos a los pocos trabajadores que aún los conservan.
Lo hicieron con los trabajadores del IMSS, los electricistas del SME y hoy con los maestros, entre otros. Quienes convencernos de que tener derecho a vacaciones, pensión, un salario remunerador y estabilidad en el empleo son privilegios. Por desgracia, en lugar de luchar todos por tener esos
privilegios, apoyamos a los amos para despojar de sus derechos a esos trabajadores
privilegiados.
Es alarmante que los padres de familia y ciudadanos sigan creyendo que la lucha magisterial se reduce a la defensa de
privilegiosy no vean el afán privatizador detrás de la reforma educativa, y que los maestros con derechos estorbamos porque se reducirían las ganancias de los mercenarios de la educación.
La lucha magisterial es realmente la lucha por el derecho a la educación pública y gratuita, por evitar que se haga de ésta un negocio. Chilenos, españoles y estadounidenses, dejaron que sus gobiernos los engañaran, culpando a los maestros de su deliberado deterioro de la educación y aceptaron la
reforma educativa, y hoy pagan las consecuencias con disminución de calidad de la enseñanza, privatización gradual de la educación pública y un jugoso negocio empresarial.
Por el Colectivo Magisterial Democrático, Silvia E. Arévalo Gutiérrez
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