La Redacción/La Jornada de Oriente
Lunes, Agosto 19, 2013
En la edición de hoy presentamos una investigación de la casa en la que se muestra cómo para los habitantes de Cañada Morelos, municipio enclavado en el extremo oriente del estado de Puebla, el descarrilamiento de dos locomotoras y varios vagones de un convoy de Ferrosur la madrugada del miércoles tiene una explicación en el desempleo y la marginación que abundan en la región.
Por supuesto que los atracos a los ferrocarriles tienen que ser orquestados y operados por grupos de delincuentes bien organizados, con la capacidad para poder detener locomotoras. Pero también es un hecho que como resultado, espontáneo o no, de esos actos de latrocinio, centenas de familias pobres aprovechan la ocasión para hacerse de alimentos.
La situación es en extremo preocupante, porque el nivel de miseria que padecen miles de poblanos en esa zona del estado los ha orillado a incurrir en hechos que bien pueden estar al margen de la ley, pero que no pueden explicarse de otra manera que no sea por la necesidad de satisfacer una necesidad primaria de todo ser vivo: la alimentación.
Este no es un asunto que deba resolver sólo el gobierno federal, sino que es obligación plena de las autoridades estatales, las cuales no parecen tener el menos interés en ayudar a pueblos que viven en la marginación, porque la realización de obras ahí no genera dividendos mediáticos.
El problema del hambre debe solucionarse más allá de los discursos de una manera real porque, de lo contrario, los niveles de violencia para lograr comida seguramente se recrudecerán.
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