LLEGÓ LA HORA DE CONSTRUIR LA CENTRAL UNITARIA, INDEPENDIENTE Y DEMOCRÁTICA DE L@S TRABAJADORES
17 noviembre 2013
Es necesario decirlo claramente: en México el movimiento sindical ha llegado a uno de los puntos más bajos de su historia, tras los efectos de treinta años de neoliberalismo, veinte de “libre comercio”, en medio de crisis económicas sucesivas y bajo un ataque brutal y a fondo del capital y los gobiernos neoliberales. Los males endémicos del sindicalismo mexicano –el corporativismo, la corrupción, la antidemocracia, la fragmentación, la falta de independencia y libertad sindical—, han dado lugar a expresiones aún más perversas como el sindicalismo de protección, en tanto que la “creatividad” patronal no tiene límites para burlar derechos, como es la abusiva expansión del outsourcing. Las bases objetivas de sustentación de la organización y la contratación colectivas están minadas.
Durante décadas, el charrismo sindical ha pervertido la noble naturaleza de los sindicatos como organizaciones de lucha para la defensa de los intereses de clase de los trabajadores convirtiéndolos en aparatos de control, corrupción y privilegios como pago a su colaboracionismo, constituyéndose en verdaderas mafias al servicio del capital. Ejemplos de ello, los tenemos en el SNTE, el SUTERM, y el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana.
El sindicalismo independiente, que se fortaleció durante un periodo y ha dado luchas de resistencia muy significativas, se ha debilitado, se encuentra dividido y no ha sido capaz de desarrollar nuevas estrategias para encarar tal situación. El reto es enorme. Superar la división y el agotamiento de las frágiles formas de unidad existentes, construir estrategias comunes que permitan no sólo una mejor defensa, sino crecer entre los no organizados y los sometidos al sindicalismo mafioso, es una necesidad apremiante, de supervivencia, una tarea elemental para hoy y por encima de las diferencias y los pequeños intereses.
El sindicalismo democrático e independiente tiene el reto de contribuir a la reorganización de la clase trabajadores para socavar las base de control sobre las que se erige el injusto sistema de explotación capitalista.
La dimensión de la ofensiva neoliberal (tirando a matar)
“Los sindicatos son un cáncer para la sociedad y hay que extirparlos”: Felipe Calderón Hinojosa. La frase anterior, pronunciada ante empresarios que financiaron su campaña electoral, es mucho más que la bravuconada de una mente enferma y el odio de clase de los sectores más reaccionarios de la oligarquía mexicana. Es, sobre todo, parte de una visión de largo plazo, la neoliberal, que viene socavando las bases materiales sobre las que se sustenta la existencia de los sindicatos, reduce su poder de negociación y prepara su eventual desaparición.
Décadas de lucha proletaria y de organización sindical permitieron alcanzar conquistas sociales y derechos, no sólo laborales sino también civilizatorios, durante la mayor parte del Siglo XX. Desde hace tiempo estas conquistas están sometidas a un fuerte ataque por parte de los neoliberales. En busca de recuperar la tasa de ganancia, los capitalistas han lanzado una brutal ofensiva destinada a destruir estas conquistas y nos retrotraen a las dimensiones más bárbaras del capitalismo del siglo XIX.
Desde 1976 el poder adquisitivo del salario se ha desplomado en un 80 por ciento. El desempleo real, no el imaginario de las cifras oficiales, rebasa el 20 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA) y el empleo informal alcanza a otro 30 por ciento. Existen 8 millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan. La precarización del trabajo avanza en todas sus formas. La estabilidad en el empleo se desvanece. Los contratos temporales se han constituido en la norma. Los trabajadores de la ciudad, el campo y el mar son sometidos a intensas cargas de trabajo --sin ningún respeto a normas mínimas de seguridad, higiene y capacitación-, y sin el pago de horas extras. Las autoridades laborales se han convertido en agentes patronales para legitimar despidos, cierres de empresa, recuentos fraudulentos y demás atrocidades. Miles de trabajadores al ser despedidos, o porque sus salarios no les alcanzan, están perdiendo su casa ante el Infonavit. El derecho a la jubilación es acotado sistemáticamente y cada vez hay que ser más viejos y resignarse a menores pensiones para jubilarse, además de que los fondos de ahorro han sido privatizados, quitando responsabilidades a patrones y estado, y son objeto de la especulación financiera. Especialmente los jóvenes tienen un futuro marcado por el empleo precario e inestable en el que tendrán que conformarse con saltar “de chambita en chambita”.
Particularmente nociva para los derechos laborales y la existencia de los sindicatos está siendo la expansión de la práctica perversa del “outsourcing” o tercerización. Al dividir una empresa en varias razones sociales, recurrir al trabajo doméstico, pagar por honorarios y subcontratar a través de terceros, se busca expresamente rebajar salarios y prestaciones, e impedir la organización y contratación colectivas de los trabajadores.
Para asegurar estas políticas, y cuando creíamos haber visto lo peor con el corporativismo, se ha venido expandiendo el cáncer del sindicalismo de protección, una completa simulación de contratación colectiva por parte de sindicatos fantasmas que abarca ya a la mayor parte de los trabajadores mexicanos y se exporta a otros países. Al mismo tiempo, obtener el registro o reconocimiento de un sindicato auténtico es casi imposible, por la larga cadena de obstáculos a la libertad sindical que colocan empresarios y autoridades.
Eso no es todo. La reforma laboral recién aprobada por el Congreso de la Unión legaliza todas estas formas de sobrexplotación de la fuerza de trabajo para instaurar un régimen laboral despótico e inhumano en miles de talleres, fábricas, industrias, comercios, servicios y latifundios; estimula todas las formas de control corporativo y de protección patronal que niegan en forma permanente la autonomía de la clase trabajadora y día con día sepultan la democracia en miles de organizaciones sindicales y campesinas que simulan representar a sus agremiados.
En México, las conquistas laborales que en los hechos se fueron perdiendo, prácticamente han quedado abolidas “legalmente” después de la imposición de la reforma laboral impulsada por el PRI y el PAN, también respaldada por algunos sectores de la “izquierda” institucional. El objetivo primordial de esta reforma es terminar con la estabilidad en el empleo. La contratación por horas, alargar los periodos de prueba, facilidad y reducción de los costos por despido, son acciones que van en este sentido y que afectan, sobre todo, a los jóvenes cuyo porvenir es ahora la precarización de por vida. Todo este panorama no es otra cosa que la entrada a un mundo en donde la simulación laboral sustituye a todo los establecido en el artículo 123 de la Constitución y socava la existencia de los sindicatos.
Adicionalmente, la “nueva” crisis económica global está siendo usada como un factor fundamental para hacer retroceder derechos, y para disciplinar y paralizar la combatividad de la clase trabajadora. Los trabajadores del mundo ven debilitadas sus organizaciones sindicales por el desempleo y la disminución de sus posiciones en la producción, se ven colocados a la defensiva, en particular en lo que toca al salario. La crisis refuerza la labor hecha durante años por el neoliberalismo y el “libre comercio” para fomentar la competencia internacional entre trabajadores norte-sur y, peor, sur-sur por ver quien trabaja más por menos. La “salida” de la crisis que construye el capital se da sobre la base de una nueva oleada de reformas neoliberales, la imposición de políticas de austeridad y los llamados ajustes estructurales que en suma no son otra cosa que la privatización de las empresas públicas, el desmantelamiento de la contratación colectiva, la generalización del trabajo precario y la pérdida de soberanía.
No conforme con socavar las bases que sustentan la existencia de la organización sindical y colocar toda clase de obstáculos a la libertad de asociación, los gobiernos neoliberales han lanzado toda una ofensiva contra el sindicalismo independiente. Los ataques al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), al Sindicato Minero, Mexicana de Aviación y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), no sólo son graves en sí mismos, sino que representan la punta de lanza de una política de exterminio de la sindicalización auténtica. Nadie puede considerarse en una isla.
Tal ofensiva se da en medio del desastre nacional, de la generalización de la violencia y la militarización. En medio también del hartazgo, las resistencias, la desobediencia y la rebeldía, como se puede observar en la insurgencia magisterial popular contra la reforma educativa y la rearticulación del movimiento ciudadano y popular en contra de la reforma energética privatizadora del gobierno neoliberal en turno.
La persistente y digna lucha de resistencia del SME que se prolonga por más de cuatro años; el ascenso y expansión de la lucha del magisterio democrático encabezada por la CNTE; el cotidiano batallar de cientos de sindicatos independientes y democráticos en todo el país, que en la educación media y superior, la industria, los servicios del campo luchan por defender sus conquistas y alcanzar mejores condiciones de vida para sus agremiados; el surgimiento de nuevas organizaciones de masas para la defensa de los intereses del pueblo como la de los usuarios de la energía eléctrica; las policías comunitarias; la emergencia del movimiento estudiantil yosoy#132 y la proliferación en todo el país de nuevas organizaciones de resistencia popular en defensa de la tierra, el agua, los bosques y el aire, son prueba de que actualmente vivimos una etapa de recomposición de la lucha social que debe ser estimulada con el lanzamiento de la Nueva Central de Trabajadores.
La realidad sindical que hay que desafiar
El hecho es que, como consecuencia de este conjunto de medidas neoliberales, de una PEA calculada en 54 millones, menos de la mitad tienen alguna clase de empleo “formal” y entre estos cada vez predomina más la inestabilidad, la flexibilidad, la subcontratación, la precariedad, lo que los coloca en una situación objetivamente muy difícil para organizarse y concentrarse simplemente en la sobrevivencia. De los trabajadores que tienen la “fortuna” de tener algún empleo, sólo 15% están sindicalizados (menos de cinco millones) según estadísticas oficiales, pero además alrededor del 60% de ellos están bajo contratos de protección, lo cual significa que menos de 3 millones se encuentran afiliados a sindicatos auténticos --buenos, malos o regulares. Es decir que, respecto a la PEA, menos de 10% está sindicalizado realmente y respecto a los trabajadores formales menos del 15%. Conclusión obvia: la gran mayoría de trabajadores mexicanos no está organizado en tanto tales, son millones los que están esperando alguna forma de organización que defienda sus intereses como trabajadores.
Es decir que en México ha habido un retroceso impresionante en lo que internacionalmente se mide como representatividad o densidad sindical, es decir, lo que realmente representa entre los trabajadores y en la sociedad el sindicalismo. Además, hay sectores claves de la economía en los que predomina aún más desproporcionadamente la simulación o de plano la ausencia de organización y contratación colectivas. No es sólo un problema numérico. En esas condiciones, la capacidad y la fuerza de los sindicatos para presionar o negociar es raquítica, porque ello no depende sólo de buenas o malas estrategias políticas o de cuántas movilizaciones, sino del peso que se tiene en la gestión o afectación de los productos y servicios que requiere la sociedad. Es el chantaje del enorme y permanente ejército de reserva de trabajo, pero también la gran ausencia de organización en los centros de trabajo. Y entre más desempleados o más trabajadores sometidos a la desprotección o simulación laboral, más es la presión hacia la baja para los trabajadores sindicalizados y bajo contrato colectivo. La presión para disminuir, flexibilizar o desaparecer esos contratos colectivos es enorme.
Todo ello sin contar los problemas endémicos del sindicalismo mexicano a los que hacíamos referencia al inicio. Dejemos de lado por el momento algunos fundamentales, como han sido la falta de independencia política, el corporativismo, la falta de democracia sindical, los grandes obstáculos a la libertad sindical existentes. Enfoquemos sólo el problema de la fragmentación. México es de los países en donde más divididos y fragmentados están los trabajadores. En muchos países hay tres, cuatro, cinco centrales sindicales; aquí existen decenas. En muchos países se cuenta con sindicatos por rama de industria; en México los trabajadores están divididos en miles de sindicatos y más de 15 mil contratos tan sólo registrados en la Junta Federal, y los Contratos Ley están disminuyendo o desapareciendo.
Esta situación adversa no nos exime de realizar un balance autocrítico para detectar las debilidades intrínsecas del sindicalismo independiente mexicano que han contribuido a la actual situación, encontrar las vías para superarlas y sentar las bases para construir un nuevo y efectivo instrumento para la defensa de la clase trabajadora.
Nuestras luchas por lo general se han reducido cuando mucho a defender la fuente de trabajo y conquistas pasadas en peligro o tratar de recuperarlas; ya no nos hemos propuesto lograr otras nuevas. Nuestras organizaciones sindicales, conformadas en el periodo precedente de expansión, han resultado inadecuadas y sobrepasadas en las nuevas condiciones, aún más en las condiciones de la presente crisis cuando la ofensiva del capital se combina con una ola de innovación tecnológica. Lo anterior no se refiere a la dureza, la amplitud o la combatividad de los movimientos, sino a sus objetivos, su contenido y sus instrumentos organizativos.
En estas condiciones, no es de extrañar que ante la misma ofensiva del capital a escala mundial, el sindicalismo mexicano continúe paralizado, no consiga el nivel de movilizaciones que se dan en otros lugares del mundo y que en México la posibilidad de impulsar una huelga general efectiva, por ahora, se vea bastante remota; cómo hacerlo con una tasa de sindicalización menor al 10 por ciento de los trabajadores; la fragmentación de la clase trabajadora en diversas centrales y organizaciones sindicales; el férreo control que las organizaciones sindicales “charras” ejercen sobre sus agremiados; la división del sindicalismo democrático e independiente; y la falta de liderazgo social de la clase trabajadora.
Vivimos la urgencia histórica de superar esta situación. Asumir el reto de que podemos superar el estado de cosas que nos impide avanzar como clase social. Ser autocríticos y ver con objetividad lo que estamos haciendo mal.
En nuestra actividad aún predomina el gremialismo, aún no alcanzamos a articular una política de clase con un carácter nacional e internacional, con una orientación emancipadora. La visión estrecha de no ver más allá de lo inmediato, de no ir más allá del gremio al que pertenecemos ó de la entidad o región donde estamos, anula toda la posibilidad de disputarle el poder al capital. Lo que nosotros estamos planteando es cambiar la correlación de fuerzas entre el capital y el trabajo en la perspectiva de una verdadera emancipación proletaria.
Hoy tenemos que dar un nuevo paso en la unidad del sindicalismo democrático e independiente con un salto de calidad en sus definiciones políticas estratégicas para avanzar en la reorganización política sindical de los trabajadores mexicanos. A eso convocamos a los polos unitarios del sindicalismo independiente al Frente Sindical Mexicano a la Unión Nacional de Trabajadores y a todas las expresiones del movimiento que asuman las nuevas tareas de construcción de una Nueva Central de Trabajadores democrática y revolucionaria.
La Urgencia de la Unidad, la Renovación y la Expansión Sindical: Hacia una Nueva Central Unitaria, Independiente y Democrática de las y los Trabajadores
Es necesario educar, organizar y movilizar a toda la gran fuerza del proletariado mexicano. Esa gran masa de trabajo explotado que puede ser consciente para luchar por su emancipación social.
La crisis global del capitalismo no es coyuntural, es una crisis estructural que adquiere el carácter de crisis civilizatoria en tanto pone en riesgo la existencia misma de la especie humana. La crisis global del capitalismo es económica, ambiental, migratoria, alimentaria, política y social y pretende ser remontada desde los grandes centros financieros del capital internacional con la imposición de nuevas reforma neoliberales que despojen de sus derechos sociales y humanos a la mayoría de la población mundial.
En esa lógica, en México se pretenden imponer nuevas reformas privatizadoras en el sector energético, la educación pública y la seguridad social que den marcha atrás a la soberanía e independencia nacional y cancelen de un plumazo los derechos sociales adquiridos por pueblo de México.
En México esta ofensiva neoliberal esta cobijada por el llamado “Pacto por México”, alianza entre partidos políticos de derecha a “izquierda” que, teniendo el control del Congreso de la Unión, están imponiendo las reformas estructurales neoliberales a espaldas del Pueblo. El dichoso consenso del Pacto se refuerza a través de la campaña permanente de criminalización de la protesta social por parte de los medios masivos de comunicación en manos de la Oligarquía que cotidianamente desinforman al grueso de la sociedad.
El panorama descrito impone retos formidables al movimiento sindical democrático mexicano. Ya no es posible seguir en la inercia de pequeñas respuestas puntuales y estrictamente defensivas. Es necesario superar lo hecho hasta hoy. El primer reto es elemental: unir todas las fuerzas existentes del sindicalismo independiente si se quiere levantar una defensa eficaz e, incluso, si se quiere sobrevivir. Ya no es posible conformarse con mediaciones de unidad en las que el compromiso de articulación y acción conjuntas se da a medias, condicionado, mediado por los intereses particulares, en frentes, coordinaciones, etc. Es necesario avanzar hacia la constitución de una nueva Central de Trabajadores que agrupe de entrada a todas las fuerzas sindicales independientes, desde los sindicatos nacionales constituidos y reconocidos, hasta los locales e incluso los grandes movimientos y corrientes representativas, y las agrupaciones de trabajadores democráticos en lucha o en proceso de organización dentro del sindicalismo corporativo. Una nueva central que levante un muro de defensa más eficaz pero que no se quede ahí; una central que sea capaz de convocar a los trabajadores en general, a los no organizados, a los precarizados y terciarizados, a los que están sometidos al corporativismo y a los contratos de protección; una Central que sea capaz de desarrollar estrategias que conduzcan a la renovación e incluso a la refundación del sindicalismo, a su crecimiento, que se proponga revertir la ofensiva neoliberal y sus efectos más nocivos; una Central que contribuya junto a otros actores sociales a encontrar una salida al desastre nacional y se enfile sin ataduras a la emancipación del proletariado mexicano.
Tal perspectiva es acorde con lo que hoy se debate en el movimiento sindical internacional, pues los dilemas planteados se presentan en todo el mundo –aunque en México de manera más aguda. De manera global, el modelo de sindicalismo surgido en el siglo XX está agotado, es necesario sentar las bases del nuevo sindicalismo del siglo XXI. De no hacerlo corremos el riesgo de su desaparición y la emergencia de un nuevo tipo de totalitarismo.
Debemos reconocer que actualmente ni el Frente Sindical Mexicano (FSM), ni la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), ni la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), ni el Sindicato Minero, ni el resto de la organizaciones sindicales independientes, representan por sí solas y por separado una alternativa a una situación tan adversa, y que no hemos estado a la altura para enfrentar la ofensiva neoliberal. Cada una de estas organizaciones está enfrentando de diversas formas la ofensiva del gobierno; el problema es que cada una lo hace por separado, sin una estrategia común y de largo plazo, apenas unidas alrededor de algunas declaraciones y movilizaciones conjuntas. Esta crisis nos ha sobrepasado a todos, pero todos juntos podemos sobrepasar la crisis.
Debemos pensar en una estrategia que esté basada no sólo en la defensa, sino en la preparación de una contraofensiva. No debemos estancarnos en fórmulas de lucha que ya demostraron su insuficiencia y crear nuevas formas de resistencia. Debemos adquirir una mentalidad y un discurso que demuestre que nuestras propuestas para enfrentar la crisis del capitalismo son más racionales y justas que las que ofrecen los capitalistas y sus gobiernos. Debemos demostrar al conjunto de la sociedad que un sindicalismo democrático y emancipador fortalecido es la mejor alternativa ante la barbarie capitalista.
Cambiar la correlación de fuerzas a nuestro favor requiere superar todo residuo de gremialismo, hegemonismo, sectarismo y las diferencias que nos han mantenido separados durante muchos años; nada es más importante en estos momentos que la UNIDAD. Esta unidad no es un fin en sí mismo, ni tampoco la continuación de lo mismo que hemos venido haciendo hasta ahora; se trata de emprender la tarea de REFUNDAR al sindicalismo mexicano. No se trata simplemente de reacomodar las piezas sobrevivientes bajo una nueva sigla, sino de construir una nueva casa para todas las organizaciones sindicales adheridas y con poder de convocatoria para los trabajadores en general.
Requerimos de una auténtica Central de Trabajadores que vaya más allá de un frente de organizaciones sindicales, que cuente con una rica vida interna y donde todos consideremos que nuestra organización gremial es solo un brazo de un mismo organismo unitario. Debemos elaborar una estrategia común para construir un espacio que aglutine a millones de trabajadores, divididos en el menor número de organizaciones sindicales posible y con una nueva plataforma de demandas.
Debemos reivindicar, ante el uso peyorativo de los términos “asalariado” o “proles” por parte de la clase dominante mexicana, nuestro orgullo de pertenecer a la clase trabajadora. Orgullosos de no poseer nada más allá de nuestra fuerza de trabajo para tratar de vivir dignamente, de generar la riqueza base del desarrollo social y de nuestro potencial emancipador. De no avergonzarnos de pretender la realización de una clase trabajadora total y efectivamente consciente, unificada y apta, capaz de llevar a cabo el establecimiento de un sistema económico justo que permita a todos los hombres y mujeres aptos para trabajar, vivir holgadamente con el producto de su trabajo, y haga imposible el enriquecerse con el trabajo de los demás. Para eso queremos una nueva Central clasista de trabajadores.
Una nueva central de trabajadores que se proponga:
- La unificación de todo el sindicalismo democrático e independiente.
- Convocar al 90 por ciento de trabajadores que hoy se encuentran desorganizados o sometidos al charrismo o a los llamados “contratos de protección”
- Ir a disputar la titularidad de contratos colectivos de trabajo a las mafias “sindicales”
- Democratizar las organizaciones sindicales bajo el dominio del charrismo sindical
- Contar con medios de investigación, capacitación, difusión y asesoría jurídica para apoyar las tareas anteriores
- Estar abierta a la afiliación individual y directa de trabajadores que todavía no cuenten con sindicato propio, a su organización en comités de empresa o sobre bases territoriales o sectoriales
- Aunque el problema de inicio es resolver el déficit de organización y participación de trabajadores asalariados, y por lo tanto la nueva Central debe estar basada en ellos primordialmente, la Central debe estar abierta a los trabajadores del campo, a los cooperativistas, desempleados, jubilados y pensionados y trabajadores informales.
- Desarrollar toda una estrategia dirigida a la organización de los jóvenes trabajadores
- Desarrollar una política de promoción de la participación de las mujeres trabajadoras, incluso en las tareas de dirección, en un marco de equidad de género
- Mantener un respeto irrestricto a la pluralidad y autonomía de las organizaciones que la integren
- Sostener su independencia de cualquier partido político, pero respetando la militancia individual de todos sus integrantes
- Basarse en la más irrestricta democracia sindical, incluyendo la elección de sus dirigentes y las posibilidades de su revocación
- Elaborar un programa basado en la defensa de los derechos fundamentales de los trabajadores establecidos en la Constitución, la Ley Federal del Trabajo y en los convenios internacionales
- Ser una organización solidaria e internacionalista, vinculada estrechamente al sindicalismo clasista de todo el mundo, pero también con los movimientos de “indignados y ocupas”, ambientalistas, altermundialistas y demás movimientos antisistémicos
- Construir, con otros aliados sociales, una propuesta alternativa al neoliberalismo, una salida a la crisis que no sea la de seguir cargándola sobre los hombros del 99 por ciento de la población. Que la crisis la paguen los que la provocaron.
- Comprometernos, desde una perspectiva de la clase trabajadora, a un desarrollo industrial compatible con la protección del medio ambiente.
La combativa Insurgencia Magisterial y Popular, que se ha levantado a todo lo largo y ancho del país en contra de la mal llamada Reforma Educativa y la digna lucha de resistencia del Sindicato Mexicano de Electricistas que se extiende a lo largo de cuatro años nos muestran el camino correcto de la resistencia y la rebeldía contra las imposiciones neoliberales. Ambos movimiento confluyen en la construcción de la Nueva Central de Trabajadores al lado de decenas de sindicatos democráticos e independiente de todo el país que a diario libran una dura batalla en contra del neoliberalismo en la educación, la salud, el transporte, la industria, el campo y los servicios. Hoy podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que las principales organizaciones de trabajadores que hoy se movilizan y luchan confluyen en el esfuerzo de construcción de la nueva Central de Trabajadores.
La recta final de los trabajos para constituir una nueva Central, autónoma, democrática y clasista de trabajadores en nuestro país está ya frente a nosotros. Hemos reflexionado, discutido y trabajado durante ya un largo periodo antes de llegar hasta aquí. Las razones y motivos por los que decidimos emprender este camino no sólo no han desaparecido, sino que se han vuelto más imperiosos.
México D. F. Noviembre de 2013
Comisión Coordinadora de la Junta Promotora para la construcción de la Nueva Central de Trabajadores
Por la Comisión.
José Humberto Montes de Oca Luna
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