Sin líderes, banderas ni referencias a partidos en la concentración
Arturo García Hernández
Periódico la jornada
Domingo 15 de julio de 2012, p. 9
Miles de jóvenes asisistieron a la segunda marcha contra la
imposicionFoto José Carlo González
Pasadas las tres y media de la tarde arranca del Angel de la Independencia la segunda megamarcha ciudadana contra la
impo- siciónde Enrique Peña Nieto como Presidente de la República. La lluvia se ha ido, aunque las nubes negras se quedan merodeando sobre la animosa multitud.
Aquí se ve, aquí se ve, que Peña Nieto Presidente no va a ser,
Ife, cobarde, corrige el pinche fraude,
Peña no ganó, SoPRIana lo apoyó.
Una jovencita lleva una pancarta en la que expresa con lucidez:
Gane quien gane, seguiremos cuestionando al sistema polí- tico y su raquítica democracia.
La creatividad y el humor vuelven a estar en el orden del día. Sobre las cabezas de los manifestantes sobresale un matamoscas gigante al que están adheridas las caricaturas de tres cucarachas con rostros identificables: Emilio Azcáraga Jean, dueño de Televisa; Enrique Peña Nieto y Leonardo Valdés, presidente del Instituto Federal Electoral, al que los inconformes han rebautizado como Instituto del Fraude Electoral. En el camino, otra escena llama la atención: Carlos Salinas de Gortari (bueno, alguien disfrazado como tal), manipula una marioneta con el rostro de Peña Nieto.
Hoy se confirma que la marcha es indiscutiblemente ciudadana y plural. No hay banderas o referencias explícitas a partido político alguno. Lo que sí aparece de manera aislada, por aquí o por allá, son imágenes de Andrés Manuel López Obrador o el águila republicana que es emblema del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Quizás lo que más abunda son las playeras, carteles y otros distintivos del movimiento #YoSoy132. No es que todos los que los que los portan (incluso niños y ancianos) pertenezcan a la agrupación estudiantil, sino que se han vuelto un símbolo de ciudadanía en resistencia. Sí hay muchos estudiantes: de la UNAM, de la UAM, del Politénico, de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Y llama la atención la cantidad de personas que asisten en grupo, familias como de paseo, pero por una causa bien clara.
De hecho, en la avanzada, sobre los hombres de quien parece ser su padre, va una niña ondeando una bandera de México y repitiendo las consignas que grita la multitud. Unos pasos atrás avanza un monigote con una chamarra de Televisa y el rostro de… Enrique Peña Nieto.
Además de mantas, carteles y pancartas, el objeto que más se observa en las manos de los caminantes son las cámaras de video y fotográficas. Independientemente de sus logros políticos y su permanencia, lo que desde ahora se puede asegurar es que será la movilización social más documentada de la historia.
Tal como ocurrió la semana anterior, en el Zócalo no hay templetes ni oradores distinguidos. La multitud se dispersa a lo largo y ancho de la plaza en decenas de grupos que de inmediato se transforman en pequeñas asambleas donde espontáneamente la gente, jóvenes, señoras, hombres, van tomando la palabras, expresando ideas, explicando sus razones con asombrosa claridad y elocuencia. Hay quienes van de un grupo a otro expresándose y escuchando.
Un taxista dice que el pueblo está tomando conciencia, pero que hay que trabajar mucho, como el hace en su taxi, explicándole a sus pasajeros como está la situación; una profesora de primaria, anciana y de apariencia humilde, hace un repaso histórico de los fraudes anteriores: el de 1988, contra Cuauhtémoc Cárdenas, y el de hace seis años, contra López Obrador. Un vendedor de dulces en silla de ruedas agradece las palabras de la profesora y dice que ver tantos jóvenes le da esperanzas, porque
ya no hay que dejarnos.
Al centro de uno de los grupos, varias personas desenrrollan papel estraza, sobre el cual piden a la gente que dibuje su mano y sobre la silueta escriba un sueño, un deseo. Las palabras libertad, felicidad, justicia, amor, son las más mencionadas.
En otro grupo, alguien admite que las marchas no cambiarán las cosas por sí solas, pero destacan que ese encuentro multitudinario, esos diálogos cara a cara, ese intercambio de información y conocimiento, forman parte de la necesaria labor de crear conciencia. Expresar inconformidad, dice, nos dignifica.
Al final de la reunión, llegaron seis carros del Ejército que se detuvieron frente a Palacio Nacional. Permanecieron un rato. Algunos manifestantes se acercaron, les sacaron fotos, y les dijero que el pueblo uniformado también es explotado. Después de un rato, los camiones se retiraron. Iban a arriar la bandera que ondeaba en el centro de la plaza como hacen todos los días, pero no pudieron hacerlo por la gente que ahí se encontraba.
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