A lo largo y ancho del país, durante su campaña electoral por la Presidencia de la República, el entonces candidato panista Felipe Calderón prometió convertirse en el “presidente del empleo”, slogan que respondía a la apremiante necesidad de generar más fuentes de empleo para una población cada vez más empobrecida y sin oportunidades reales ya no de desarrollo personal sino de simple supervivencia. A seis años de distancia, los datos duros confirman un total fracaso y un incumplimiento fatal en esta materia por parte del actual inquilino de Los Pinos que se convirtió en el “presidente del desempleo”.

Y todo indica que la situación no mejorará en el corto plazo: también la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) informó que la tasa de desempleo en México pasó de 4.7 por ciento en julio a 5 por ciento en agosto de este año, y no es ningún consuelo que países con un más alto grado de desarrollo que el nuestro muestren aumentos más altos en sus índices de desempleo, como Suecia en el que la tasa de desocupación aumentó del 7.5 al 7.8 por ciento o Portugal en donde pasó del 15.7 al 15.9 por ciento.
Los datos duros señalan que la situación de los trabajadores empeoró a lo largo de la gestión calderonista: de los casi 45 millones de personas que conforman la Población Económicamente Activa (PEA) del país, más de 15 millones no tienen empleo ni ingreso alguno; otros 14 millones sobreviven a duras penas en la economía informal, y de los que tienen la suerte de contar con un empleo, 17 millones no tienen ninguna prestación.
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