miércoles, 17 de diciembre de 2014

El SME y las nuevas formas de la lucha social


El SME y las nuevas formas de la lucha social
A lo largo de sus cien años de existencia, el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) ha sido protagonista central en la vida del México moderno. Siempre ligado a la lucha por las mejores causas, hoy vive una nueva etapa. Ha pasado de ser el más combativo de los sindicatos mexicanos a convertirse en una combativa organización no gubernamental (ONG).



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Con larga y fructífera experiencia en la lucha social, el SME no ha dejado de existir. Sigue vivo y sigue actuante. Con cuadros y dirigentes de sólida formación proletaria, patriótica y democrática, el SME continúa contribuyendo a la lucha por un mejor futuro para el pueblo mexicano.
Quienes pensaron que la liquidación de la empresa a la que estaba ligado significaría la destrucción del SME ya están viendo cuán equivocados estaban. Miles de fogueados sindicalistas hoy actúan como ciudadanos organizados. Y hoy como ayer están presentes en las grandes movilizaciones populares contra las políticas económicas neoliberales y contra la entrega del país a los intereses del imperialismo.
Codo a codo con maestros, estudiantes, campesinos, sindicatos, intelectuales progresistas y otras ONG, el Sindicato Mexicano de Electricistas participa activamente, y muchas veces como vanguardia, en la resistencia y el combate cotidianos frente al feroz ataque de la derecha y el imperialismo contra el nivel y las formas de vida de grandes capas de la población mexicana.
Esto explica que las antiguas y manidas calumnias contra el SME no sólo no hayan cesado, sino que se hayan acrecentado en esta nueva etapa de la lucha de los electricistas. Nueva etapa que prefigura el porvenir de la lucha social: ciudadanos organizados más allá de sus particulares condiciones gremiales, productivas o de clase social.
Nueva etapa que en pocos años ya ha conseguido significativos avances e innegables éxitos. Desde el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas hasta la anulación, en la práctica, de las llamadas reformas estructurales.
Ahí está el caso, por ejemplo, de la reforma educativa, perverso intento por privar a la niñez y a la juventud mexicanas de la posibilidad de una educación científica, laica, patriótica, democrática y, por encima de todo, gratuita.
La tal reforma educativa, impulsada por Emilio Chuayffet y por los más derechista empresarios del país ya ha sido, en los hechos, derrotada. Ya es, como se dice popularmente, sólo papel mojado. Esta hazaña histórica, desde luego, ha sido fundamentalmente un mérito de los maestros democráticos organizados.
Pero junto a ellos ha estado el SME. Y con ambas fuerzas han estado igualmente campesinos, obreros, empleados, mineros y, muy fundamentalmente, la heroica muchachada universitaria y politécnica y el normalismo mexicano, encabezado éste último por las normales rurales y, muy señaladamente, por la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa.
En rigor, la contrarreforma educativa de Chuayffet tenía como objetivo central la eliminación de las normales rurales. Y ahí su fracaso ha sido en toda la línea. Esa expresión de la educación popular ha salido fortalecida del trance reformador. Y después de la tragedia de Iguala, hasta el gobierno de Peña Nieto ha tenido que reconocer expresa y públicamente los méritos y la pertinencia de esa todavía imprescindible modalidad de la educación popular.
A veces en menos y a veces en más, en todos estos innegables éxitos el SME ha sido protagonista decisivo, como lo evidencia la revisión crítica del catálogo de las luchas populares y sociales de las últimas décadas.
Aliado imprescindible de otras fuerzas progresistas, patrióticas y democráticas, el SME cumple hoy la misión que, sin buscarlo él mismo, la historia le ha asignado: ser el modelo del porvenir de las luchas del nuevo siglo.

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