viernes, 2 de septiembre de 2011

La ausencia presidencial causa debate


Hasta los más críticos de Calderón invocaron al ausente, que desde el 1 de septiembre de 2007 no ha puesto un pie en el recinto legislativo.
Desterrada del Palacio Legislativo de San Lázaro desde hace cuatro años, la figura presidencial fue ayer, una vez más, la ausencia más notoria en la apertura del periodo ordinario en el Congreso de la Unión.

Hasta los más recalcitrantes críticos del presidente Felipe Calderón —los petistas Gerardo Fernández Noroña y Jaime Cárdenas Gracia— invocaron al ausente, que desde el 1 de septiembre de 2007 no ha puesto un pie en el recinto.

Apenas comenzaba la sesión de Congreso general para recibir el quinto Informe de gobierno del Ejecutivo en turno, cuando Fernández Noroña solicitó hacer uso de la palabra, mientras el debutante presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Chuayffet, aspiró profundo, se acomodó en su curul y concedió el turno.

Fernández Noroña pidió entonces hacer precisiones a un acuerdo leído instantes antes en la tribuna: “En varias partes del texto dice ‘el Presidente de la República’, y una dice concretamente Felipe de Jesús Calderón Hinojosa. El hecho de que no esté aquí es justo porque usurpa la Presidencia de la República. Desde que México es país independiente, el Presidente siempre está en la sesión.

“(Calderón) se robó la Presidencia y por eso no puede estar aquí y pido que en el documento diga: quien usurpa la Presidencia de la República…”.

Los abucheos desde las curules panistas comenzaban a ahogar la voz de Fernández Noroña, pero Chuayffet se impuso y cedió la palabra a Jaime Cárdenas: “Es conveniente que este Congreso de la Unión armonice las normas, porque la Constitución dice una cosa y el artículo séptimo de la Ley Orgánica del Congreso obliga la asistencia del Presidente, al igual que el artículo 12 del Reglamento del Congreso, y por eso es necesario que en este acuerdo exista una interpretación armónica de todas estas normas, porque son contradictorias. ¡O tiene obligación de asistir o no tiene obligación”.

El panista Carlos Alberto Pérez Cuevas le entró entonces al quite y pidió una moción de orden, pues, dijo, “indistintamente de las diferencias, el presidente Felipe Calderón es el Presidente constitucional de todos los mexicanos, pero esta sesión es de instalación del Congreso mexicano y por lo tanto habrá tiempo de debatir, de discutir y de fijar posturas”.

Sin confrontar a los duritos de la fracción petista-pejista, Chuayffet dio la razón a Cárdenas y de inmediato declaró el receso, para salir al salón adjunto y recibir el informe presidencial que el secretario de Gobernación, Francisco Blake, había llevado hasta ahí.

La transformación del diputado presidente fue instantánea y su gesticulación solemne se convirtió en un rostro con sonrisa permanente durante seis minutos.

Con un discurso conciliador, Blake cumplió el trámite y entregó el informe de gobierno; Chuayffet estuvo literalmente a un paso de arrebatárselo, pero en cuanto lo tuvo en sus manos posó hacia las cámaras instaladas al centro; luego, a la derecha, y después a la izquierda.

Notablemente más delgado que al cerrar el pasado periodo de sesiones y visiblemente satisfecho, a pesar de una caída que sufrió hace dos semanas, el legislador mexiquense aprovechó hasta el último segundo de notabilidad en su primer día como presidente de la Cámara de Diputados.

Concluido el acto protocolario, Chuayffet volvería al recinto legislativo con la misma sobriedad que mantuvo al comienzo de la sesión.

La atmósfera de conciliación durante el acto de entrega recepción del Informe presidencial quedó atrás y en el Palacio de San Lázaro todo volvió a la normalidad.

Ya en su primera sesión ordinaria, el pleno de la Cámara de Diputados dio paso a los posicionamientos políticos y con ello resonaron nuevamente los reproches, acusaciones y descalificaciones mutuas, particularmente entre PRI y PAN.

Los tambores de la batalla electoral ocuparon otra vez la llamada máxima tribuna de la nación.

A diferencia de los operativos con cientos de policías y vallas de acero de cuatro metros de altura para resguardar el ingreso y la salida del Presidente de la República hasta 2007, ayer solamente 140 elementos de la Policía Federal hicieron guardia dentro del Palacio de San Lázaro.

En el perímetro del recinto otros 140 uniformados de la Secretaría de Seguridad Pública local se encargaron de mantener el orden y evitar cualquier intento de irrupción por parte de los mil 200 manifestantes que llegaron hasta ahí.

Los inconformes se retiraron sin provocar un solo incidente y la sesión inaugural del periodo ordinario de sesiones concluyó igualmente sin inscribir algún hecho o dicho en la memoria histórica del Congreso de la Unión.

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