viernes, 2 de noviembre de 2012

La insurrección de los priistas


Reforma laboral: no se puede defender lo indefendible.
La reforma laboral es un claro retroceso a los derechos ya adquiridos por la clase trabajadora.
Martín Esparza Flores 
 Revista Siempre!
Si los legisladores del PRI que levantaron la mano para aprobar la contrarreforma laboral pensaron que sus  correligionarios se iban a cruzar de brazos, están muy equivocados; la insurrección de los militantes del  tricolor en su contra ya se está gestando y con sobradas razones pues nadie, con dos milésimas de sentido  común, puede aceptar que tal agresión a los trabajadores y a los sindicatos sea aprobada por quienes, en sus documentos básicos, dicen ser defensores del pueblo.
Si analizamos lo que establecen los principios ideológicos del PRI, que regresará a Los Pinos el próximo  diciembre, podemos observar que en su capítulo III, donde se establece su “Compromiso con la Igualdad y  los Derechos Sociales”, en su punto 72, señala: “El mayor reto que tenemos los mexicanos como nación es  abatir la pobreza y la desigualdad que obstaculizan el pleno ejercicio de los derechos sociales establecidos  en la Constitución, e impide a millones de personas acceder a los beneficios del desarrollo”. 

En el punto 73, se dice: “En el PRI, ratificamos nuestro indeclinable compromiso en la defensa de las  conquistas sociales. No aceptaremos, bajo ninguna circunstancia, retroceder en los derechos constitucionales en materia de educación, salud, trabajo, campo, equidad de género y justicia para los  indígenas”.

Y en su punto 75, dejan establecido: “Tenemos la convicción de que para avanzar en la disminución efectiva de las desigualdades sólo podremos lograrlo con un desarrollo económico distributivo más acelerado y  perdurable, que genere empleos formales mejor remunerados para que los trabajadores y sus familias  puedan mejorar sus condiciones de vida”.

La pregunta que se hacen con toda razón no sólo los militantes del tricolor sino los mexicanos que les  refrendaron su confianza en julio pasado es: ¿cómo van a cumplir con sus compromisos establecidos en sus  documento básicos con una reforma laboral como la que aprobaron en el Congreso de la Unión? 

Su contenido, y no podrán negarlo los legisladores de ese partido, es todo lo contrario a sus postulados  partidistas. 

Ahora que organizaciones adherentes al PRI, pertenecientes a la CTM y al Congreso del Trabajo (CT), se  han dado cuenta de las gigantesca pifia política y legislativa que cometieron sus diputados y senadores, se  prepara una auténtica rebelión para echar atrás los destrozos no sólo ideológicos sino legales que se  cocinaron al más puro estilo panista en ambas cámaras.

Por ello, ya hay acuerdos como la celebración de la Primera Convención Nacional de Trabajadores contra la Reforma Laboral, pactándose las acciones a seguir para echar abajo este atentado en contra de millones de mexicanos; además, y de manera conjunta, en lo que será un hecho histórico, se verán juntos en marchas,  plantones y otras estrategias a realizar a sindicatos independientes y del CT, convocándose además a una gran consulta a los trabajadores para estallar la huelga nacional el próximo 20 de noviembre, aniversario de  la Revolución Mexicana.

La molestia generalizada es por demás evidente pues, con la legalización de las outsourcings y los contratos de prueba, la sindicación está herida de muerte y con ello el futuro de muchos sindicatos corporativos con los que por muchos años el PRI cimentó su sector obrero. 

Por donde quiera que se le vea, la reforma laboral es un claro retroceso a los derechos ya adquiridos por la  clase trabajadora. No se puede defender lo indefendible y eso lo saben perfectamente las propias  organizaciones priistas que ahora tomarán por asalto las calles y plazas públicas ante la traición cometida por  sus representantes en el Congreso, los que ahora, seguramente, ya no sabrán dónde esconder la cabeza. Avestruces legislativas, para ser exactos. 

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