lunes, 2 de septiembre de 2013

Washington: espionaje impune

editorial
En un reportaje transmitido anoche por la cadena brasileña Tv Globo se presentó un documento secreto de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, que se puede consultar en la página web de este diario, en el cual se comprueba que esa dependencia interceptó comunicaciones de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, y de Enrique Peña Nieto cuando era candidato presidencial. El documento –una presentación interna de la NSA, presumiblemente en Power Point– expone los métodos del espionaje estadunidense para infiltrar llamadas telefónicas, correos electrónicos e intercambios de mensajes de texto entre individuos prominentes consideradosobjetivos del fisgoneo ilegal y discriminar lo que consideran sustancial entre las decenas de miles de intercambios poco relevantes que son recopilados en el proceso.
En el documento mencionado, titulado Filtración inteligente de datos: estudio de los casos de Brasil y México, que forma parte de los expedientes que el ex analista de la NSA Edward Snowden entregó al periodista Glenn Greenwald, de The Guardian –quien fue coautor, junto con la periodista brasileña Sonia Bridi, del reportaje de Tv Globo–, los espías estadundienses se jactan de haber obtenido información confidencial clave mediante complicados mecanismos de intervención de comunicaciones de equipos enteros de trabajo.

Es claro, pues, que el gobierno de Estados Unidos ha mentido cuando ha dicho que la vasta red de espionaje puesta recientemente al descubierto por Snowden y que Washington comparte con Gran Bretaña, Australia, Canadá y Nueva Zelanda únicamente se dedicaba a recolectar información relevante para la seguridad nacional estadunidense. Es falso, también, que los analistas de inteligencia de la NSA únicamente ven los metadatos (es decir, encabezados, etiquetas y descriptores de origen, ruta y destino) de los mensajes privados entre ciudadanos de otros países. Por el contrario, del documento puede concluirse de manera irrebatible que el aparato de recolección de información de la superpotencia está dedicado a investigar de manera furtiva las actividades y comunicaciones de políticos prominentes y de sus equipos de colaboradores.
Como mencionó un comentarista en el programa de Tv Globo –y como ha señalado el propio Snowden–, la información obtenida de esa manera no tiene como propósito contrarrestar supuestas amenazas terroristas, sino obtener ventajas desleales para negociar con otros gobiernos en condiciones de superioridad. Diplomática, política y económica.
En efecto, si bien el documento referido sólo reproduce dos mensajes de texto procedentes del entorno del ahora titular del Ejecutivo –uno de ellos, al parecer, emitido por el propio Peña Nieto–, es inevitable suponer que el conjunto de la información que éste y otros políticos mexicanos –y del mundo– han intercambiado vía telefónica o electrónica se encuentra a disposición del espionaje estadunidense.
Tal situación configura, ciertamente, un grave peligro para la seguridad nacional, no la de Estados Unidos, sino la de los países que han sido víctimas de ese fisgoneo regular, programado y cínico.
A la luz de las revelaciones filtradas por Snowden y difundidas por Greenwald, es claro que la comunidad internacional debería presentar un frente común ante Washington para exigirle que desmantele su aparato de espionaje electrónico y destruya la información que tiene en su poder, obtenida en forma ilegal y traicionando la confianza de gobiernos a los que en público llama amigos, pero que en los vericuetos de sus instituciones de inteligencia son clasificados en forma deliberadamente ambigua como amigos, enemigos o problemas.

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