martes, 2 de septiembre de 2014

Injusticia social

Salarios mínimos
Martín Esparza Flores
30 de agosto de 2014
MArtin-EsparzaLlevado a la palestra del escenario nacional, el tema de los salarios mínimos representa uno de los puntos neurálgicos que el neoliberalismo siempre trata con pinzas y del que seguramente, llegado el algo momento de las explicaciones, buscará evadir huyendo por la puerta trasera.
Empero, y en medio de la vorágine reformista, debe abrirse el debate sobre un asunto que compete y afecta de manera directa a millones de mexicanos cuya situación económica es cada vez más precaria, debido en gran medida a que el bienestar de la población dejó de ser, desde hace varios sexenios, una de las prioridades de las políticas públicas de los gobiernos en turno que hicieron letra muerta a lo establecido en el artículo 123 constitucional, fracción VI, sobre la función social del salario, y que sin dobleces, señala:
“Los salarios mínimos que deberán disfrutar los trabajadores serán generales o profesionales. Los primeros regirán en las áreas geográficas que se determinen; los segundos aplicarán en ramas determinadas de la actividad económica o en profesionales, oficios o trabajos especiales. Los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos. Los salarios mínimos profesionales se fijaran considerando, además, las condiciones de las distintas actividades económicas”.

Es decir, que muy alejado de lo que marca la Constitución, el salario mínimo es insuficiente para satisfacer las necesidades de los mexicanos en el orden material, en la educación de los hijos y ya ni que decir en lo social y cultural. Precariedad de la que los políticos de los tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, han sabido ponerse a salvo, autorizándose desde el poder, altos sueldos y exclusivos privilegios que los exenta de conocer en su estilo de vida la palabra CRISIS.
Así, mientras millones de trabajadores deben laborar más de 10 horas diarias y sumar los sueldos de otros miembros de la familia para no morir de hambre, los sueldos de los altos funcionarios, empezando por el presidente de la república, suman en promedio más de cien salarios mínimos.
Esta política antisalarial, espejo de la injusticia social, ha seguido ciegamente los ordenamientos de los organismos financieros internacionales, rehusándose a aceptar que un mayor poder de compra a los trabajadores tiende a fortalecer el mercado interno, generando mejores condiciones para enfrentar la actual crisis financiera y económica que tiene postrado el desarrollo nacional.

Bienvenido el debate de los salarios mínimos que ha propuesto Miguel Ángel Mancera, y en el que, por supuesto, no deberá faltar como jaculatoria del sentir popular, aquella que reza: “salario mínimo al presidente, para que vea lo que se siente”. Y por añadidura, a toda la clase gobernante.

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