Llamarlo Estados Unidos Mexicanos no fue una ocurrencia ni se quiso copiar a nadie, apuntan.
Alarmante, que a pocos días de dejar el cargo el Presidente impulse esa reforma, señalan.
Laura Poy Solano
Periódico La Jornada
Viernes 23 de noviembre de 2012, p. 5
Viernes 23 de noviembre de 2012, p. 5
La iniciativa de reforma constitucional comentada ayer por el presidente Felipe Calderón para modificar el nombre oficial del país,
no sólo es lamentable, sino preocupante, pues pretende argumentar, como un asunto de sentido común, eliminar el nombre de Estados Unidos Mexicanos, que hace referencia a nuestro origen como nación en un pacto federalista al que aún aspiramos como una utopía, afirmaron politólogos.
El nombre de nuestra nación, señalaron,
no fue una ocurrencia ni se trata de estar copiando a otro Estado. Hay un sustento histórico, pero también político para esta denominación.
Enfatizaron que
lo más alarmante es que poco más de una semana para abandonar el cargo, Calderón pretenda reformas que, por su trascendencia, exigen la generación de un debate serio e informado con la población.
es más una ocurrencia que un argumento bien ponderado y fundamentado.
Agregó que
pasa por alto la historia política mexicana. El nombre actual justifica los términos en que fue construida una nación pluricultural y fragmentada en un territorio heterogéneo que decide su división política respetando las diferencias de cada una de las partes, porque el pacto federalista se refleja en el nombre del país, y de ninguna manera nos coloca en un plano de subordinación con otras naciones.
Ricardo Espinoza Toledo, catedrático de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), especialista en gobierno y partidos políticos, señaló que
siempre hemos querido ser una federación, por lo que el nombre de Estados Unidos Mexicanos es una aspiración legítima, federalista, que plasma un ideal de la nación que queremos ser.
Y destacó que
no habla muy bien de un presidente saliente que a días de entregar el cargo siga enviando iniciativas de reformas constitucionales, pues significa que desperdició seis años de gobierno o que no fue capaz de construir una agenda legislativa. Señaló que
no podemos descartar que en realidad se trata de una ocurrencia, de un cálculo político, pues difícilmente tendrá tiempo de cabildear su iniciativa en la Cámara de Diputados.
Al respecto, María Eugenia Valdés Vega, también experta en el sistema político nacional y catedrática de la UAM, señaló que el planteamiento para cambiar el nombre del país
ha sido recurrente y siempre ha venido del Partido Acción Nacional.
La iniciativa
quizá es un intento de Calderón por pasar a la historia lejos del marco tenebroso de los miles de muertos que se suman en el país, pero también deja la imagen de alguien que se fija en las apariencias y no en lo esencial. Es una actitud irresponsable y frívola. Es como el capitán de un barco que está preocupado por ponerle nombre, pero no ve que se hunde.
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