animal político
El artista Joaquín Segura dice que el arte no está para liberar a nadie o contribuir a un cambio social inmediato, más bien el artista y su trabajo deben apuntar a convertirse en un problema de fondo. Y el artista visual David Zepeda Armengol aborda el polémico tema de la extinción de Luz y Fuerza del Centro desde la experiencia y el conocimiento. No propone soluciones sino intenta comprender, a través de sus piezas, un conflicto sindical que tuvo una repercusión en la llamada agenda nacional y una gran cobertura mediática.
Para el egresado de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda” fue un acto que le afectó como ciudadano. “¿Cómo es posible que los empleados se hayan enterado de su despido por medio de la televisión?”, se preguntó. Este caso fue un detonante para reflexionar sobre el fracaso de las estructuras institucionales, la naturaleza del poder político y la descomposición social.
Estar indignado no era suficiente para David, así que empezó a involucrarse en marchas, asambleas, mítines de los trabajadores, así como conocer puntualmente los documentos oficiales que pusieron punto final a la historia de la empresa pública. Ya en 2004, en La Esmeralda, su práctica artística se dirigía a un arte conceptual –más cercano a un discurso orgánico- pero con un claro compromiso social, donde el contexto específico es definitivo en la producción. ¿Cómo crear las estrategias adecuadas para este fin? La investigación rigurosa fue la clave para que la reciente obra del artista chilango llegara a buen puerto y próximamente será expuesta en la galería Yautepec bajo el nombre de “1914”, año en que se fundó el SME.
El primer acercamiento al conflicto fue através de una instalación que se exhibió en el Casino Metropolitano, la llamó “Sapere Aude” –atrévete a saber en latín-, que alude al ensayo sobre la ilustración que escribió Kant. La idea consistía en presentar el empoderamiento del ciudadano en el espacio público. Aquí entra a debate la visión del trabajador ante una situación crítica como perder su empleo o no alcanzar la jubilación, lejos de la narrativa de los líderes del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).
“Convivir con los trabajadores me sensibilizó aún más. En su momento me pareció un tema coyuntural que trascendió en la historia contemporánea del país, sobre todo en la parte de los derechos laborales. Tenía una necesidad ética y política de involucrarme y de ahí surgió la idea de hacer esta exposición. Hacer obra que funcionara como un dispositivo directo que vinculara la lucha laboral con el resto de la sociedad. Me interesa que se vea la obra sin importar los prejuicios o quien fue el bueno o malo de esta película”.
Su obra se ha presentado en espacios como el Museo de Arte Moderno, centro de documentación del Museo Carrillo Gil, en La Esmeralda, SOMA, La Quiñonera, Galería Metropolitana de la UAM, embajada de México en Ecuador, Casino Metropolitano, Museo Nacional de Filipinas, entre otros. Ha sido parte de colectivos artísticos y multidisciplinarios, como 0710 de videodanza, Paralaje, o Destructum Fest de performance y arte sonoro.
Decreto presidencial
David adquirió unas copias certificadas del decreto presidencial del 2009. Se pueden ver los documentos con sellos y firmas de Fernando Gómez Mont (Gobernación), Agustín Carstens (Hacienda), Georgina Kessel (Energía), Ernesto Cordero (Sedeso), Gerardo Ruiz (Economía), Juan Molinar (Comunicaciones), Javier Lozano (Trabajo), Salvador Vega (Función Pública), Juan Elvira Quesada (Semarnat) y Francisco Mayorga (Sagarpa).
Junto con un amigo creó un dispositivo donde la gente pueda leer el decreto y así escapar de la ignorancia. Las hojas oficiales avanzan en una especie de cortina mecánica y el espectador estará sobre un tapete con censores que conforme vaya avanzando la lectura irá sintiendo poco a poco una descarga eléctrica sutil en el cuerpo.
“La idea es tratar de involucrar literalmente al espectador en sus fibras más sensibles. Adentrarlo al tema en una época donde ya nada nos sorprende. Quiero entrar al cuerpo de quien vea la pieza. Un amigo diseñó el robot que va moviendo gradualmente la intensidad de las descargas”.
En esa noche, el logotipo de Luz y Fuerza del Centro -que lucía en lo alto del edificio sede ubicado en la calle de Melchor Ocampo- fue destruido por elementos de la policía federal. El logo de cinco metros de diámetro fue hecho trizas. Esa fue una de las primeras imágenes que David vio en televisión y quedó en shock. El gobierno federal argumentó corrupción e ineficiencia de la empresa y su sindicato. Un par de años después se ventilaba en la prensa que Néstor Moreno, ex director de Operaciones de la Comisión Federal de Electricidad, acusado de enriquecimiento ilícito por más de 33 millones de pesos salía libre bajo fianza.
“Mandé hacer un logo de acrílico cortado con láser. Obviamente es de un diámetro menor. Es una caja de luz. La intención es suscitar la memoria y la historia del caso de Luz y Fuerza. Esta pieza fue pensada para que estuviera encendida con la luz del alumbrado público, quería sumarme a esta campaña que los trabajadores difundieron de no pagar la luz. Una especie de acto de resistencia y desobediencia, y que al mismo tiempo se podría ver como un acto vandálico desde la visión oficial”.
La batalla
En esta especie de maqueta vemos una lucha callejera de trabajadores del SME contra Felipe Calderón y otros funcionarios públicos. Son personajes reales que se formaron a lo largo del conflicto. Integrantes del SME salen disfrazados de luchadores o súper héroes. Súper Luz apareció en tiempos de Ernesto Zedillo en 1997 y luce un traje rojinegro. Hay una foto de él que dio la vuelta al mundo, gracias a la agencia Reuters, donde se enfrenta a las fuerzas federales. Su compañera, hija de un ex trabajador de LyF, se unió a la causa y creó la figura de la Chica SME. También está el jubilado que se autonombró el Papa Bien Adicto, aludiendo a la visita del Papa Benedicto a México, y que en su sotana aparecían consignas y una serie de textos defendiendo los derechos laborales.
“Quise un campo de batalla simbólico y hablar precisamente de esa desigualdad de fuerzas. Por un lado, tenemos a trabajadores que salen disfrazados para defender sus derechos y, por otro, vemos a personajes que representan lo más oscuro de la política en México. Aquí no hay intervención, sino traté de pasarme al imaginario colectivo popular”.
Indelebles
Dibujo en gran formato donde se muestra los rostros sonrientes de Felipe Calderón y Javier Lozano, entonces secretario del Trabajo. Los trazos de las caras se realizaron con sellos que desprendían los logotipos del SME y Luz y Fuerza. Exhibe la figura de la burocracia y el sello como una huella indeleble del acto oficial.
“Busqué unas imágenes de estos personajes sonrientes, triunfantes de una forma cínica. No se podrá borrar esta decisión oficial”.
-A tres años y medio de distancia, ¿cuál es tu sensación del conflicto?
La batalla que protagonizó el SME es una de las últimas luchas sindicales importantes en la historia de México. Y es muy significativa por la magnitud del daño económico y moral que hubo detrás. Mi sensación es que al final simbólicamente y éticamente ganaron los trabajadores. El proceso social que va devenir no sé hacia donde se dirija, pero dudo mucho que haya un aprendizaje por parte de la sociedad. Haber convivido con las señoras que salían de sus casas para hacer quesadillas y apoyar a la caja de ahorro del sindicato, esa parte debe ser contada.
-Existen líderes sindicales que su única cualidad es el desprestigio –Elba Esther Gordillo, Carlos Romero Deschamps-, ¿no pasa lo mismo con Martín Esparza?
Los que importan son los trabajadores. El líder sindical es una figura que los representa. Si pusiéramos un mapa de dónde situaría a un Deschamps, Gordillo y Esparza creo que éste sí está lejos de la corrupción tan monstruosa que pudimos ver en esos líderes. Sin embargo, hay disidentes que hablan de corrupción interna y situaciones favorables del líder sindical. Creo que la figura de Esparza fue más congruente en la defensa de los derechos de los trabajadores, a pesar de sus contradicciones.
-¿Esta obra se puede calificar como arte político? ¿Cómo la defines?
Creo más en la idea de que todo acto humano es un acto político, callar, simular o evadir un problema social también es un acto político. Desde mi experiencia creo que como artista tengo una responsabilidad social como cualquier ciudadano y consideré que era momento de romper ese miedo que la academia muchas veces inyecta. A mí me tocó una generación muy apática en La Esmeralda, había muy poco involucrados en discutir la problemática social. El arte debe tener una conciencia ética, pero con esto no quiero decir que no hay una ética en el arte más individual. No puedo casarme toda mi vida con esta obra. No tengo un beneficio directo con el sindicato. El conflicto de Luz y Fuerza fue un momento donde me cuestioné qué podía decir de una realidad que me afectaba y necesitaba actuar.
-¿Cuáles son los límites para evitar una especie de arte panfletario o sin sustancia?
Una forma de huir a esta situación es conociendo de cerca a los actores políticos, me molestan los artistas que dicen que hacen “arte político” y no se involucran en el tema, no conocen a los personajes. Podríamos decir que leen el periódico y de ahí generan una idea chusca o una ocurrencia con chispa. Yo me leí el Contrato Colectivo de Trabajo, fui a investigar al Diario Oficial de la Federación, hablé con los líderes, fui a las marchas, mítines, asambleas, entrevisté a gente de 2009 a la fecha. Conozco de lo que hablo. Seguramente habrá quien critique mi obra, pero éticamente quedo satisfecho con mi labor. El sentido de la obra se construye con una investigación rigurosa y alcanzar una configuración a fondo de la idea. Por otra parte, se ha estigmatizado la figura del panfleto, no podemos olvidar que éste ha operado como un factor importante en cambios sociales en la historia. Por ejemplo, recuerdo una entrevista al historiador Robert Darnton, donde dice que la revolución francesa no fue sólo gracias a gente como Voltaire, Rousseau, o Robespierre. Los libelos de muchos escritores que criticaban a la monarquía y a los miembros de la cultura en el poder circularon y reforzaron las rutas revolucionarias.
-¿Cómo te insertas en el mundo del arte contemporáneo?
Mi proceso como artista ha sido como un sube y baja. La academia te ayuda. Haber estudiado en La Esmeralda ya tiene cierta catapulta, fui becario en SOMA, estuve un tiempo ahí. No creo mucho en los premios ni en las becas. Creo que son necesarias para ciertas personas, pero decidí tomar una ruta individual para mantener un campo de libertad más amplio. Las instituciones de pronto sí tratan de configurarte a sus intereses y puntos de vista de lo que es el arte. Por otra parte, hay un círculo del arte que al final te valida o no tu trabajo, o te dará a conocer. No estoy desinteresado en ese proceso, pero sí soy cuidadoso en no involucrarme con ciertos grupos o élites para no desdibujarme.
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