Editorial
27 de enero 2014
Esta mañana arribarán a la ciudad de Puebla centenas de habitantes de la Sierra Norte de Puebla y activistas que los acompañan. Ayer, todos iniciaron actos de protesta –marchas y mítines– en cuatro municipios de su región. Tlatlauquitepec, Zacapoaxtla, Cuetzalan del Progreso y Tetela de Ocampo.
La razón de este frente amplio que se extiende y gana adeptos no sólo en el territorio poblano, sino en otras entidades federativas, es la rotunda oposición a lo que han denominado “proyectos de muerte”, es decir, las minas a cielo abierto y construcción de hidroeléctricas para abastecerlas.
A estas alturas es ya inocultable el papel vergonzozo que ha desempeñado en todo este tiempo la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), que, en lugar de cumplir con su cometido oficial de proteger a la fauna y flora de Puebla, ha hecho algo parecido al trabajo de un gestor para que se acepten los intereses y condiciones de las empresas promotoras de la extracción de minerales a cielo abierto y de la utilización de caudales para la generación de energía eléctrica.
Pero, afortunadamente, ante los oídos sordos de las autoridades federales y estatales, la gente de la Sierra Norte y de otras regiones de Puebla no han bajado los brazos. Al contrario, se mantienen en pie de lucha a sabiendas que permitir la apertura de minas e instalación de hidroeléctricas no sólo supone derramas económicas de cuestionable rentabilidad, sino, sobre todo, el acabose perpetuo de su entorno y de sus formas de vida.
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