sábado, 2 de octubre de 2010

No hubo roces entre Martí, García Luna, Lozano y Esparza

Daniel Blancas Madrigal
Sábado 2 de Octubre, 2010
crónica

Entre puntas de espárragos verdes y jitomates deshidratados al sol, los líderes se aplaudieron.

Eran más de 300, aunque en invitaciones y pancartas publicitarias se insistía en ese número: era, de hecho, la comida de los 300 más influyentes de México, organizada por la revista Líderes Mexicanos. 

Había sido una tarde de autos convertibles, de loas y flashazos hasta que los organizadores ordenaron proyectar un video en el cual se reprochó la política sin principios y los negocios sin moral, y se invitó a los asistentes a preguntarse: ¿de qué sirve brillar con luz propia si no se es capaz de ejercerla en beneficio del país?

Y entonces despertó la reflexión, en medio de crepas de frutos rojos apenas degustadas.

El empresario Roberto González Barrera entendió el mensaje y frente al micrófono se alió del optimismo: “Detrás de cada crisis hay una oportunidad, lo importante es saberla encontrar”.

Y lo comprendió también el gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto, quien tras rechazar un helado de vainilla con pistache, invitó a los ahí reunidos a “sumar esfuerzos” y aceptó: “no se puede ser líder sin ser sensible a la realidad y asumir responsabilidad social”.

Sin Felipe Calderón —quien canceló a última hora por una gira emergente y de paso desinfló el megaoperativo del Estado mayor sobre avenida Reforma—, Peña Nieto atrajo los reflectores y, de abrazo en abrazo, terminó entre sudores extremos, al grado de interrumpir la entrevista final para sacar el pañuelo y recobrar el estilo.

Su imán se reflejó hasta en la intervención de González Barrera, quien al comenzar su discurso centró la mirada en el político mexiquense y se limitó a decir: “Respetable señor gobernador, aun cuando en la mesa de honor estaban otros mandatarios como la yucateca Ivonne Ortega Pacheco y el hidalguense Miguel Osorio Chong, aunque en representación presidencial fue enviado el secretario de Hacienda Ernesto Cordero, su breve exposición pluvial —alusiva a las catástrofes por la lluvia, que impidieron el arribo calderonista— sólo sirvió para dar la última cucharada al sorbet de yogurt”.

Durante la reunión, resultó simbólico que Alejandro Martí fuera ubicado junto a Genaro García Luna, después de los desatinos de la Policía Federal en el caso de su hijo Fernando. No hubo reclamos, “sólo hablamos de qué pasaría si legalizan la mariguana en Estados Unidos”, dijo Martí.

Tampoco hubo roces por la presencia opuesta del secretario del Trabajo Javier Lozano y del líder del SME Martín Esparza, cuya aparición fue interpretada por algunos de los comensales como la verdadera causa de la ausencia presidencial. La protesta se limitó a la calle, con tibios gritos de electricistas frente a la Diana Cazadora.

Casi ninguno de los líderes escuchó las consignas, para entonces disfrutaban de la vinagreta de trufa y del arroz salvaje. Comían ya los más influyentes: Leonardo Valdés, Alonso Lujambio, Yoloxochitl Bustamante, Agustín Coppel, Ángel Lozada, Daniel Servitje, Jaime Chico Pardo, Carlos Alazraki y Guillermo Ortega Ruiz —director de este diario—, entre otros, mientras los promotores del hotel sede alistaban sus cortesías de spa y masaje, y los chefs ejecutivos disponían de más jitomates deshidratados al sol.