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29 de marzo, 2011.- Esta tarde, zapatos desgastados deslucen el Zócalo capitalino. No llenan la plancha pero roban miradas. Están ahí como parte de la protesta que mantiene el Sindicato Mexicano de Electricistas desde hace más de un mes en este punto de la Ciudad de México.
“Acopio de zapatos viejos para repudiar al gobierno federal”, se lee en una manta plantada casi a un lado del asta de la bandera mexicana, con el fondo nada despreciable de la Catedral Metropolitana.
¿Por qué zapatos viejos?, le pregunto a uno de los extrabajadores de la extinta Luz y Fuerza del Centro
-Porque son un reflejo de nuestra lucha… del desgaste… por eso hemos invitado a nuestros compañeros electricistas a que traigan los suyos… después de que hemos luchado tanto tiempo por recuperar nuestro empleo… el 11 de octubre no se olvida.
¿Se niega a morir el SME?
-No, no es que nos neguemos… es que fue algo inconstitucional quitarnos nuestra fuente de trabajo…-, dice el extrabajador, quien prefiere guardar su nombre, pero no su vehemencia.
En plena entrevista, el que entrevisto y otro hombre intercambian la anécdota de en dónde se encontraban aquel lejano 11 de octubre del 2009, cerca de las 11, cuando la policía federal se apoderó del pulmón del SME, la sede de Luz y Fuerza del Centro, ubicada sobre Marina Nacional. Uno dice que ya había salido de trabajar; otro, que al día siguiente entraría. Y uno ya no volvió ni el otro entró. Ocurrió la extinción, con un decreto leído por el mismo Felipe Calderón.
Hablando del susodicho, en este Zócalo se le invoca por todas partes. Está en fotografías, en caricaturas pero, sobre todo, en mantas que camuflan los campamentos sembrados por la Plancha.
De hecho, hasta piden que le den un “manotazo a Calderón”. Se trata de colocar una mano con pintura blanca en un amplio mural rojo colocado en el piso. “Si Egipto pudo, ¿México por qué no?”, se arenga en la pinta que se cubre de manos por todos lados.
“Wikileaks desnuda el servilismo y la debilidad de Fecal (Felipe Calderón”, se lee por ahí. Y en la manta se observa la cara del político con un cuerpo de perro sediento, agarrado de una correa que es jalada por una mano que dice “USA”.
También aquí hay una cancha de futbol improvisada. En estos momentos nadie juega. "Pero las retas se arman en cuanto vean un balón", explica un señor.
Mientras, en otro espacio del Zócalo varios miran varias de las ponencias del diputado Gerardo Fernández Noroña, quien debate la anticonstitucionalidad del decreto de extinción de LyFC. Todos están atentos. Aunque es una repetición. Como el mismo campamento del SME, que se había quitado y regresó.
Ahora son pocos. Pero aquí están, como los zapatos, desgastándose más.
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